“¡LAS VISIONES SE ACLARAN! ¡LAS VISIONES SE ACLARAN!”
Sucedió un domingo, en un “día del Señor” (1,10). Juan estaba en la Isla de Patmos, prisionero por causa de su fe (1,9). Ahí tuvo una visión. El dice: “El día del Señor fui movido por el Espíritu y oí detrás de mí una voz fuerte,
Juan vio cosas extrañas: animales con seis alas, cubiertos de ojos alrededor y por dentro (4,8); un cordero con siete cuernos y siete ojos (5,6); caballos con cabeza de león y cola venenosa (9,17.19); una bestia con siete cabezas y diez cuernos (13,1), cuyo número es 666 (13,18); una ciudad que baja del cielo (21,2); y así sucesivamente. Juan llena el Apocalipsis de números: 3, 4, 10, 1000 y sus combinaciones: 7 (3 + 4), 12 (3 veces 4), 40 (4 veces 10), 144.000 (12 x 12 x 1000), 3 y medio (mitad de 7).
¡Es otro mundo! Extraño, irreal, diferente de nuestro mundo. ¿Cómo es que unas visiones tan extrañas pueden ser instrumento para ayudar a esclarecer la situación del pueblo? ¿Qué será lo que Juan pretendía conseguir con esas visiones? Vamos a dar cinco respuestas. Tal vez tú puedas encontrar otras respuestas más leyendo el Apocalipsis.
¿POR QUE JUAN EXPRESA TODO LO MEJOR
POR MEDIO DE VISIONES Y SIMBOLOS?
Primera respuesta: Para traer consuelo y valentía en la lucha.
Si alguien pregunta: “¿Quién es Jesús?”, tú contestas con una frase diciendo: “Jesús es el Hijo de Dios, Mesías, Sacerdote, Juez, Señor de la historia, presente en la comunidad, vivo para siempre”.
Juan responde la misma cosa con un visión y dice: “ Me volví para ver qué voz era la que me hablaba; al volverme vi siete candelabros de oro y en medio de los candelabros vi a uno que es como Hijo de Hombre, con un vestido que le llegaba hasta los pies y un cinturón de oro a la altura del pecho. Su cabeza y sus cabellos son blancos, como la lana blanca, como la nieve y sus ojos parecen llamas de fuego. Sus pies son semejantes a bronce pulido, cuando está en horno caliente. Su voz es como estruendo de grandes olas. En su mano derecha tiene siete estrellas y de su boca sale un espada de doble y agudo filo. Su cara es como el sol cuando brilla con toda su fuerza. Al verlo caí como muerto a sus pies; pero me tocó con la mano derecha y me dijo: 'No temas nada, soy Yo, el Primero y el Ultimo. Yo soy el que vive; estuve muerto y de nuevo soy el que vive por los siglos de los siglos y tengo en mi mano las llaves de la muerte y del infierno'” (1,12-18).
Las dos respuestas, la frase y la visión, dicen una misma cosa, pero de manera diferente. En la frase eres tú el que habla sobre Jesús; en la visión es el mismo Jesús quien se presenta. En la frase Jesús aparece sin movimiento dentro de un discurso; en la visión él aparece actuando. La frase da una definición; la visión pinta un cuadro. La frase define las márgenes del río de la doctrina; la visión cuenta una experiencia que alimenta la fuente del mismo río. La frase apela a la inteligencia; la visión envuelve también al corazón, al sentimiento y a la imaginación. La frase trae entendimiento; la visión comunica fuerza y valentía. En la frase tú dices una gran verdad; en la visión Juan anunció la Buena Nueva de Jesús.
Leyendo u oyendo la visión que Juan tuvo de Jesús (1,12-18) tal vez no logremos entender el significado de todos los detalles: túnica larga, cinturón de oro, ojos de fuego, pies de bronce, espada saliendo de la boca, etc. Pero aun sin entender, la gente siente y adivina algo. Es como lo que sucede con una música linda: a todos les gusta oírla y se sienten bien, pero muy poca gente entiende la música. La música no está hecha para los que la entienden, sino para los que gustan de oírla.
Las visiones son como el niño que pasea con su padre. El niño no entiende nada de fuerza y protección, pero siente la fuerza y la protección del padre. Por ello va tranquilo, sin miedo, a su lado. Ahora bien, las visiones no dicen qué es la fuerza y la protección. Pero hacen que el pueblo sienta la fuerza y la protección de Jesús caminando con él a su lado. Doña María José decía: “Entender, no entiendo. Mi entendimiento es débil. Pero, ¡me gusta mucho! Me da consuelo y ánimo para la lucha”.
Segunda respuesta: Para transformar la nostalgia en esperanza
Las visiones del Apocalipsis están llenas de imágenes y de símbolos del Antiguo Testamento. Sobre todo de los libros de Ezequiel, Isaías, Daniel y Zacarías. Toda la historia es recordada. A veces por una única palabra: la creación (3,14; 4,11,21,1); el paraíso (2,7; 21,4; 22,3); el árbol de la vida (2,7; 22,2) la mujer y la serpiente (12,1-4); el arco iris después del diluvio (4,3); la salida de Egipto (7,14); el cordero de Pascua (5,6); las plagas de Egipto (8,6-12; 16,1-21); el canto nuevo de victoria (5,9; 14,3; 15,3); las doce tribus (21,12); su empadronamiento (7,1-8); la caminata por el desierto (7,16-17; 12,6.14); el maná (2,17); la alianza (21,3.7); Moisés y Elías (11,3-6); Judá (5,5); David (5,5); Jerusalén (3,12; 21,9-13); el Monte Sión (14,1); Jezabel (2,20); Balaán (2,14); el templo (3,12; 7,15; 11,1; 21,22); las grandes promesas (10,7); la caída de Babilonia (14,8; 18,2.10); la salida del cautiverio (18,4); el nacimiento del Mesías (12,5).
Además de recordar los acontecimientos y las personas del Antiguo Testamento, Juan presta del Antiguo Testamento las palabras y las frases para poder expresar su propio pensamiento. De todos los libros del Nuevo Testamento, el Apocalipsis es el que más usa el Antiguo Testamento. ¡Más de 400 veces! En cierta forma, las visiones no son nada más que construcciones nuevas, hechas con viejos ladrillos del Antiguo Testamento. Y, ¿cuál es el sentido de todo esto? ¿Por qué las visiones recorren tanto el Antiguo Testamento?
El pueblo de las comunidades conocía el Antiguo Testamento. Bastaba que alguien lanzara en voz alta una palabra, y el pueblo ya se acordaba de toda la frase. El Antiguo Testamento era su pasado. ¡Un lindo pasado! Donde Dios había manifestado con grandes milagros su presencia. Pero ellos recordaban el pasado sólo para mantener la nostalgia, como muro de lamentaciones: “Antiguamente sí. ¡Pero hoy...! ¡Dios no aparece más!”. Morían de hambre con el pan del pasado en la mano, pensando que era una esponja para enjugar las lágrimas.
Ahora bien, las visiones rellenadas con frases y recuerdos del Antiguo Testamento, ¿qué hacen? Hacen descubrir al pueblo que el pasado no es esponja para enjugar sus lágrimas, sino que es el pan mismo, pan para comer; ¡pan que hace renacer al hombre! Las visiones presentan el pasado como un espejo. ¡Es como si estuviera sucediendo ahora! Así, poquito a poco, la energía del pasado va despertando dentro del pueblo. El velo va cayendo y el camino se ilumina. El pueblo recupera la memoria perdida y descubre la Buena Nueva dentro de los acontecimientos: ¡Dios continúa actuando! Es el mismo Dios de la antigüedad. El no cambió: como era allá, es ahora acá. ¡El está con nosotros! “¡El era, es y viene!” (1,4.8; 4,8). De este modo, la nostalgia se transforma en esperanza.
Tercera respuesta: Para comunicar al pueblo algo de la paz de Dios.
Alguien puede decir: “No me gusta el Apocalipsis. No queda espacio en él para que pueda actuar el pueblo. ¡Dios lo hace todo! El pueblo se queda sin posibilidades para luchar, pues deja todo en manos de Dios!”. De hecho, mucha gente no comprometida se apoya en el Apocalipsis para no tener que entrar en la lucha. Pero eso no vale para el pueblo de las comunidades del Asia, que ya estaba luchando desde hacía muchos años. El problema de ellos no era encontrar una manera para no tener que entrar en la lucha, sino encontrar una manera para no desanimarse en la lucha.
Juan encontró esta manera. Las visiones transportan e introducen al pueblo dentro del cielo (4,2-11) y comunican algo de la paz con la que Dios, allá en lo alto, sereno y firme, dirige la lucha contra la injusticia y la opresión (11,14-18; 12,10-11). Los soldados del ejército del Cordero estaban perdidos en el frente de batalla (6,10). Por medio de las visiones, Juan nos lleva hasta el cuartel general del Cordero que lidera la batalla (14,1-15; 17,14; 7,9-17). Allá en lo alto del cielo, en el centro de operaciones, ellos contemplan la lucha con los ojos de Dios. Descubren que la lucha ya está ganando, a pesar de ser difícil (14,9-12; 17,14). ¡Por esto vuelven a la lucha muy animados, con sabor anticipado de victoria! Así, por medio de las visiones, el árbol de la comunidad afianza su raíz en el terreno de Dios y la tempestad de las persecuciones ya no consigue arrancarlo.
Cuarta respuesta: Para defenderse contra los opresores del pueblo.
En tiempo de persecución todo cuidado es poco. Quien habla demasiado corre el peligro de denunciar al hermano. Quien tiene algo para comunicar, lo hace de tal manera que sólo los compañeros de lucha lo entiendan; lo otros no (14,3). Decir abiertamente que el Imperio Romano era el gran enemigo a ser combatido, podía llevar a la prisión. Juan encontró el modo. El dice: “¡Aquí se necesita el discernimiento!”. Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia, pues es la cifra de un hombre. “Su cifra es 666” (13,18). De acuerdo con el número de cada letra, el lector calculaba y descubría el mensaje por sí mismo: ¡la Bestia es el emperador de Roma! ¡Raimundo no tiene razón! De acuerdo al Apocalipsis, la bestia no es el Papa de Roma, sino el emperador romano que perseguía a los cristianos y que había mandado matar a San Pedro, el primer Papa.
NOTA: Esto nos hace ver que la apariencia es engañadora; atrás de ella se pueden esconder engaños y proyectos malos. Hay que ser más astutos para no ser engañados por falsos profetas, que no buscan el bien del pueblo. Un criterio: sólo en las obras, no en las palabras, se conoce a los verdaderos profetas.
Juan explica de la misma manera el misterio de la gran prostituta, sentada sobre una bestia con siete cabezas (17,3). El dice: “Aquí es preciso tener inteligencia para poder discernir: las siete cabezas son siete colinas sobre las cuales la mujer está sentada” (17,9). ¡Para el buen entendedor, bastan unas pocas palabras! Todos sabía que la ciudad de Roma, sede del imperio, estaba construida sobre siete colinas.
Las visiones con sus símbolos, son un medio para instruir al pueblo y también para defender al pueblo de sus opresores. Ellas revelan su mensaje a los oprimidos y lo esconden a los opresores. ¡Dios ordena ser bueno, pero no ser bobo!
Quinta respuesta: Para hacerse entender por el pueblo de las comunidades.
Un cuadro con dibujos transmite mucho más que sólo las palabras. Una dramatización es más instructiva que un sermón. Una imagen dice mucho más que una frase. Para expresarse, el pueblo prefiere usar dibujos, teatro, imágenes, carteles y comparaciones.
Lo mismo vale para el Apocalipsis. El Apocalipsis no es una sala de conferencias donde el pueblo entra para escuchar sentado, a alguien que habla. Se parece más a un salón enorme, lleno de imágenes y retratos, de pinturas y cuadros, colgados todos en las paredes de sus páginas. El pueblo de las comunidades puede entrar y andar por ahí, observando, conversando, rezando. Puede mirar los cuadros en el orden en el que Juan los colocó, pero no es necesario. Puede elegir a voluntad y andar por donde quiera. Pues cada pintura, cada visión, tiene su propio mensaje.
Siguiendo sin embargo el orden en el que Juan colocó sus visiones, tú aprovechas más. Poco a poco vas percibiendo el mensaje de conjunto. Ahí, un cuadro ayuda a comprender a otro cuadro y así, el todo se ilumina. La luz del conjunto cae, a su vez, sobre los detalles y los ilumina. Más adelante vamos a intentar descubrir el orden en el que Juan colocó las visiones dentro del Apocalipsis.
LAS VISIONES DEL APOCALIPSIS
NO CONOCEN EL TERMINO MEDIO
En las visiones del Apocalipsis todo o es claro o es oscuro. O es bueno o es malo. No hay término medio. ¡Sólo contraste! Por un lado el dragón y la bestia (13,1-18); por otro, el Cordero y su ejército (14,1-5). Por un lado Roma, la gran prostituta; por otro Jerusalén, la novia del Cordero (21,1-22,5). Y así sucesivamente.
Juan sabe muy bien que las cosas no son así en la vida. Sabe que el bien y el mal conviven mezclados en la vida de las comunidades (2,1-3,22). Sabe que el Imperio Romano tiene muchas cosas buenas. ¿Por qué entonces en las visiones habla como si de un lado sólo hubiese cosas buenas y del otro sólo cosas malas?
1. La situación política era confusa
En los Hechos de los Apóstoles, Lucas había presentado al Imperio Romano de manera atractiva a los cristianos (Hch 13,7; 18,12-15; 19,33-40; 25,13-27). Además de eso, Paulo había escrito a los cristianos de Roma que ellos debían obedecer a la autoridad constituida (Rom. 13,1). “De modo que el que se rebela contra la autoridad se opone al orden establecido por Dios” (Rom. 13,2). Pero la situación había cambiado. Ahora esa misma autoridad constituida estaba persiguiendo a los cristianos (13,7). Llegó hasta infiltrarse en las comunidades para forzar a las gentes a adorar a los falsos dioses del imperio (2,14.20).
¿Qué hacer? ¿Quién era el culpable de esa nueva situación? ¿El imperio en sí, o sólo algunos malos funcionarios del imperio? Las cosas no estaban claras. Había varias opiniones. Debía haber mucha discusión y hasta peleas en las comunidades en torno a este asunto político.
2. La luz que aporta el Apocalipsis
Juan da su opinión bien clara. Para él, el culpable no son algunos malos funcionarios del imperio, sino el imperio en sí: su organización económica-política y su pretensión de ser el Señor del mundo (13,1-18). Por eso Juan condena al Imperio Romano de cabo a rabo. ¿Por qué Juan piensa así?
Juan aprecia y juzga las cosas a partir del futuro, esto es, a partir de la contribución que ellas están dando para la victoria futura del bien y de la justicia. La victoria ya es segura, garantizada por el poder de Dios (11,17-18; 21,6-8,27; 22,3-5). Aquello que contribuye a la victoria es bueno, viene de Dios. Aquello que impide la victoria viene del diablo.
Ahora bien, el Imperio Romano no estaba contribuyendo a la victoria del bien y de la justicia así como estaba organizado. ¡Al contrario! Impedía la victoria, pues perseguía a los que querían contribuir con el bien y la justicia. Por eso en la descripción que hace del imperio (13,1-8) y de la ciudad de Roma (17,1-8), Juan no encuentra nada de bueno. ¡Ahí todo es maldad! El imperio es obra de Satanás, del Dragón (13,1-2). La ciudad de Roma, la grandiosa sede del imperio, la capital del mundo, no pasa de ser una gran prostituta que lleva al mundo entero a su perdición (17,1-2).
Y Juan recomienda: los cristianos no pueden ser ingenuos y alimentar un régimen cuya organización está en contra del Evangelio (18,4). No pueden permitir que la falsa propaganda penetre en las comunidades (2,14-20). Al contrario, deben permanecer firmes en la lucha y resistir hasta la muerte (2,10), a pesar de las persecuciones (3,10-11). Es en esta lucha humilde y penosa del pueblo de las comunidades donde está la semilla de la futura victoria del bien y de la justicia (2,7.11.17.26; 3,5.12.21). Resistiendo a toda costa y sin dejarse desviar, ellos serán el ejército del Cordero que enfrenta al imperio (14,1.4.5) y lo vencerá (17,14). Es por todo esto que Juan habla en términos blanquinegros. Es para ayudar a los cristianos a percibir con claridad la política del Imperio Romano y a definirse delante de esa situación.
BREVE EXPLICACION DE ALGUNOS SIMBOLOS
No es tarea de este pequeño libro explicar todas las visiones y todos los símbolos del Apocalipsis. ¡No alcanzaría! Sólo vamos a dar una muestra. Esto ayudará a descubrir el sentido de los otros símbolos. La explicación será breve. Sólo una llave. Sin explicar cómo se hizo la llave, ni cómo funciona. Esto lo descubrirá cada uno por sí mismo.
1. La mujer embarazada (12,1-2): es el pueblo de Dios, María, engendrando al Mesías, el Libertador.
2. Dragón o Monstruo (12,3-9): es el poder del mal que opera en el mundo, Satanás.
3. Bestia (13,1): es el Imperio Romano, el poder que encarna el mal, matones del Dragón.
4. Bestia con apariencia de cordero y voz de dragón (13,11): son los falsos profetas que se ponen al servicio del Imperio Romano para legitimarlo delante del pueblo.
5. Cordero (14,1): es Jesús, el cordero pascual, cuya sangre produce la liberación del pueblo.
6. Siete: totalidad.
7. Doce: perfección
8. Siete cabezas (12,3): son las siete colinas de la ciudad de Roma (17,9), o siete reyes (17,9-10).
9. Diez cuernos (12,3): cuerno es señal de poder o de rey (17,12); diez indica que no es total, mitad entre 7 y 12.
10. 1260 días (12,6), 42 meses (11,2), un tiempo, dos tiempos y medio tiempo (12,14): es la mitad de 7 años. Indica un tiempo limitado e imperfecto. Dios limita el tiempo del perseguidor.
11. Alas de águila (12,14): es la protección con que Dios conduce a su pueblo (Dt 32,11; Ex 19,4).
12. Pantera, oso, león (13,2): símbolos de voracidad y de explotación.
13. 144.000 vírgenes (14,1-4): es el número completo: 12x12 x 1000; doce del Antiguo Testamento y doce del Nuevo Testamento. Son vírgenes, es decir, que nunca anduvieron detrás de las faltos dioses del Imperio Romano.
14. Babilonia (14,8; 18,2): es Roma que explota a los pueblos para enriquecerse (18,3.9-13).
15. Hijo del Hombre (14,14): imagen de Jesús Mesías, tomada del profeta Daniel (Dan 7,13).
16. Harmaguedón (16,16): símbolo de derrota de los ejércitos enemigos, sacado de Zac 12,11.
17. Color blanco (19,14): símbolo de victoria.
18. Mil años (20,2-7): es el tiempo completo entre el fin de la persecución y el fin del mundo.
19. Lago de fuego (20,14): símbolo del destino que tendrá todo el que se opone al plan de Dios.
20. Segunda muerte (20,14): es la muerte de la propia muerte. Al final sólo va a quedar la vida.
21. Nueva Jerusalén (21,2): símbolo del nuevo pueblo de Dios.
22. Bodas del Cordero (21,2; 19,9): victoria y fiesta final de la unión de todos con Dios.
23. Alfa y Omega (21,6): primera y última letras del alfabeto griego: principio y fin.
SIETE SUGERENCIAS PARA ENTENDER MEJOR
LAS VISIONES DEL APOCALIPSIS
1. Para entender bien un cuadro, no basta con mirarlo una sola vez. Hay que retornar siempre y quedarse ahí, mirando, meditando. Y cada vez, tú descubrirás cosas nuevas.
2. Delante de un paisaje bonito no te fijes primero en los detalles. Deja primero que la belleza y la paz del conjunto del paisaje entre en ti. Después, estudia los detalles.
3. Procura descubrir lo que viene del Antiguo Testamento. Ve a verificarlo al mismo Antiguo Testamento. Esto ayuda a descubrir en la visiones la fuerza que viene del pasado del pueblo.
4. Haz una lista de las comparaciones que aparecen en las visiones. Intenta descubrir de dónde fueron sacadas: de la vida, de la historia o de la religión del pueblo. Procura descubrir la fuerza y el sentido de cada comparación, para la vida del pueblo.
5. Compara las visiones con los sueños que tú has tenido o que otros tuvieron. Ambos tienen un sentido oculto, muy importante para la vida.
6. Para los pasajes más difíciles, consulta con alguien, o busca las explicaciones en los pie de página de tu Biblia. Si es posible, consulta algún comentario, o algún diccionario de la Biblia.
7. No te olvides de verificar cómo las visiones correspondían a la situación de persecución en la que se encontraba el pueblo de las comunidades.
CUARTO CAPITULO
EL VELO SE VA QUITANDO Y EL ROSTRO DE DIOS REAPARECE
El otro instrumento usado por el Apocalipsis para quitar el velo de los acontecimientos es la manera de dividir la historia en etapas y de presentar como futuro lo que ya pertenece al pasado.
DIVIDIR LA HISTORIA EN ETAPAS
Una comparación ayuda a entender este primer punto. Imagina lo siguiente: tú estás de viaje. Hace ya tiempo que el autobús está caminando por la carretera. Afuera está oscuro. Tú no sabes todavía cuánto más va a durar el viaje, ni por dónde estás pasando. Finalmente te preocupas y preguntas: “Chofer, ¿dónde estamos? ¿Falta mucho para llegar a Encarnación?”. El responde: “Ya dejamos atrás Santa Rosa. Pero tuvimos que ir muy despacio a causa del mal tiempo. En un momento más estaremos en Coronel Bogado”. Entonces, tú te tranquilizas y dices: “Todo está correcto. Falta poco para llegar, ¡gracias a Dios!”
El Apocalipsis es como un conductor que ayuda al pueblo de las comunidades a situarse en el largo caminar del plan de Dios, hecho en la oscuridad de las persecuciones. La caminata ya tiene mucho recorrido. Nadie sabe cuánto tiempo va a durar todavía, ni por dónde está pasando. Angustiados, preguntan: “¿Dónde estamos? ¿Vamos a demorar mucho todavía?” (6,10). Juan, el conductor, explica a los cristianos cuántas son las etapas del camino e informa en qué etapa se encuentra la comunidad. ¿Cómo hace esto? La respuesta nos lleva al segundo punto.
PRESENTAR COMO FUTURO
LO QUE YA PERTENECE AL PASADO
Las visiones transportan al autor del Apocalipsis al pasado. Al inicio del plan de Dios, o al inicio de alguna etapa importante de ese plan. Estando allá, en el pasado, él mira hacia el futuro y anuncia lo que a va suceder, a partir de aquel momento en adelante. Una parte de ese “futuro” ya pertenece al pasado. Otra parte está apenas sucediendo y otra va a realizarse. Juan describe el itinerario del camino que el pueblo de Dios tendrá que hacer desde el inicio, hasta la victoria final. El Apocalipsis tiene dos itinerarios de este tipo.
Primer itinerario del camino del pueblo (4,1-11,19)
En el año 95, época de la persecución del Domiciano, Juan tiene una visión. El ve una puerta abierta en el cielo (4,1). Entra y allí dentro ve el trono de Dios (4,2-11). A continuación ve un Cordero con una herida mortal (5,6), que recibe de Dios un libro cerrado con siete sellos (5,7-12). Es el momento de la resurrección de Jesús y de su entrada gloriosa en el cielo a la derecha del Padre. Por tanto, viviendo en el año 95, Juan fue transportado en el espíritu al año 33, al año de la muerte y resurrección de Jesús.
Allá en el pasado, al comienzo de la última etapa del plan de Dios, Juan mira ahora al futuro y “describe las cosas que deben suceder” (4,1). Describe el itinerario del camino del pueblo, que va desde el año 33, hasta el fin de la historia. El itinerario está en el libro cerrado con siete sellos (5,1). Los siete sellos son las siete etapas del camino.
Las primeras cuatro etapas (6,1-8) describen cosas que ya sucedieron entre el año 33 y el año 95 y que el pueblo ya conocía. La quinta etapa (6,9-11) describe la persecución que estaba sucediendo en el año 95. En la apertura del quinto sello, Juan dice: “Vi debajo del altar las vidas de los que habían sido muertos por causa de la Palabra de Dios y del testimonio que habían dado de ella” (6,9). De esta quinta etapa se dice que va a durar sólo “un poco más de tiempo” (6,11). La sexta etapa (6,12-7,17) describe las cosas que aún van a suceder entre el año 95 y el fin de los tiempos. La apertura del séptimo sello (8,1-11,19) marcará el fin del camino. Ahí “ya no habrá más tiempo” (10,6). ¡Será el final!
Mirando este itinerario, el pueblo perseguido de las comunidades se sitúa en el camino y se tranquiliza: “Estamos en la quinta etapa. ¡Nuestro camino está de acuerdo con el plan de Dios! ¡Es él quien nos conduce! ¡Falta poco para que lleguemos a la meta! ¡Vamos a resistir!
Segundo itinerario del camino del pueblo (12,1-22,21)
El capítulo 12 es un nuevo comienzo. Juan tiene una visión: ve dos signos en el cielo, una mujer embarazada que grita con dolores de parto (12,1-2) y un dragón enorme (12,3-4), que es Satanás, “la antigua serpiente” (12,9). Los dos están en lucha (12,4). Es la lucha anunciada por Dios en el Paraíso Terrenal, en el comienzo de la creación (Gen. 3,15). El dragón quiere devorar al niño que está por nacer (12,4). Pero el niño, a la hora de nacer, es arrebatado al lado de Dios, en el cielo (12,5) y el dragón es derrotado (12,7-9). Es la victoria de Jesús, que resucita y entra victorioso al cielo (2,10-12). Por lo tanto, viviendo en el año 95, Juan es transportado en espíritu, al mismo tiempo, al comienzo de la creación del mundo y al comienzo de la nueva creación, iniciada por la resurrección de Jesús.
Allá en el pasado, desde lo alto del cielo y al lado de Jesús victorioso, él mira nuevamente hacia el futuro y hace un segundo itinerario para el camino del pueblo perseguido de las comunidades. Primero (12,13-17) describe las cosas que ya sucedieron entre los años 33 y 95. El explica en esta parte el origen de la persecución que asola a las comunidades. A continuación (13,1-14,5) describe la persecución que estaba sucediendo en el año 95. Por un lado está el Imperio Romano, la bestia, que recibió todo el poder del dragón (13,1-18). Por otra parte está Jesús, el Cordero, que recibió todo el poder de Dios y que tiene un ejército de 144,000 vírgenes (14,1-5). Finalmente (14,6-13), Juan trae el anuncio final de las cosas que van a suceder entre el año 95 y el fin de la historia. Todo lo que sigue después (14,14-22,21) como luego veremos, no es más que la ejecución minuciosa de ese anuncio final que predice la condenación y la derrota total de las fuerzas del mal.
Así, por medio de estos dos itinerarios, Juan va quitando el velo de los acontecimientos de la persecución y revela dentro de ellos la presencia de la Buena Nueva de Jesús. Los itinerarios ofrecen al pueblo de las comunidades la visión de conjunto del plan de Dios y del camino a través de la historia. Muestran cómo la misma persecución forma parte de ese plan. La persecución es sólo una etapa del camino, necesaria para llegar al final. Leyendo los dos itinerarios, el pueblo mira como en un espejo y descubre allí mismo en qué altura o paso del camino se encuentra. La oscuridad de la persecución se ilumina por dentro, el velo va cayendo y el rostro de Dios reaparece, de nuevo, en la historia del pueblo.
LOS SIETE CONSEJOS QUE JUAN NOS DEJO
Antes de que comencemos la lectura del Apocalipsis, capítulo por capítulo, conviene recordar los siete consejos que nos dejó Juan regados en las páginas del Apocalipsis. Son consejos que enseñan cómo debemos de hacer esta lectura.
1. Leer y escuchar en comunidad. Juan dice: “Feliz el que lee y los que escuchan las palabras de esta profecía” (1,3). Es uno solo el que lee. Son más de uno los que escuchan. Por tanto, Juan sugiere que la lectura sea hecha en comunidad. Además, él escribe el Apocalipsis para las comunidades (1,4.11).
2. Sin aumentar ni quitar nada: Muchas veces la persona no conoce el texto del Apocalipsis. Nunca lo leyó; sólo oyó hablar de él. Lo conoce adornado o a medias. ¡Eso no vale! Es preciso mirar bien lo que está escrito, sin aumentar ni quitar nada. Juan dice: “A todo el que oye las palabras de la profecía de este libro, yo declaro: ¡Si alguien aumenta alguna cosa, Dios le aumentará las plagas descritas en este libro! Y si alguien quitara alguna cosa de las palabras del libro de esta profecía, Dios también va a quitarle su parte del árbol de la vida y de la Ciudad Santa, que están escritas en este libro” (22,18-19).
3. Usar la inteligencia. Juan escribe para el pueblo de las comunidades, que no era un pueblo muy instruido. El cree en la inteligencia del pueblo. Por dos veces pide que las personas usen su inteligencia para descubrir el sentido de las cosas que él escribe (13,18; 17,9). La inteligencia y la sabiduría del pueblo que se reúne en comunidad, mantienen la imaginación dentro de la línea correcta.
4. Tener sed de verdad y de vida. Juan dice: “¡Que venga el sediento y el que quiera reciba gratuitamente agua de vida!” (22,17). O sea, el que va a leer el Apocalipsis no se debe dejar llevar por los intereses de nadie. Por el contrario, debe buscar sólo aquella verdad que sirve para mejorar la vida. Ahí, el sediento encontrará el agua de vida de la que Juan habla. De acuerdo con Jesús, el amor a la verdad está en los pequeños. Ellos entienden mejor (Mt 11,25-26).
5. Abrirse a la acción del Espíritu Santo. El Apocalipsis no es una palabra cualquiera. Es una profecía venida del Espíritu Santo (22,6.10.13). Por eso, la comunidad debe abrir los oídos para escuchar lo que el Espíritu tiene que decir: “Quien tiene oídos para oír, oiga lo que el Espíritu dice a las comunidades” (2,7.11.29; 3,6.13,22). La inteligencia humana sola no es capaz de entender la palabra de Dios. El Espíritu es un don de Dios que se alcanza únicamente por la oración (Lc 11,13).
6. Hacer que el mensaje se vuelva oración. Juan dice: “El Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven! Que el que oiga, diga también: ¡Ven!” (22,17). La esposa es la Iglesia, la comunidad. Animada por el Espíritu, ella reza. Los miembros de la comunidad deben hacer la misma cosa. En la medida en que van “oyendo” y entendiendo el mensaje del Apocalipsis, deben expresarlo en oración. Esto es, deben rezar para que Jesús venga a realizar en ellos el mensaje que han escuchado. Sin su ayuda, nada se hace (Jn 15,5).
7. Practicar la palabra oída. No basta sólo con oír, ni basta sólo con rezar. Tenemos que practicar la palabra. Juan dice: “Feliz el que practica las palabras de la profecía de este libro” (22,7). Y aún más: “Feliz el que lee y los que escuchan las palabras de esta profecía, si practican lo que en ella está escrito” (1,3). El mensaje de Dios no puede quedarse escondido en el secreto de la conciencia, sino que debe de recorrer el mundo (22,10). Es la práctica de las comunidades la que lo divulga.
LA PUERTA DE ENTRADA AL LIBRO DEL APOCALIPSIS
Finalmente un último consejo. Juan escribió el Apocalipsis en forma de carta. Mandó esta carta a siete pequeñas comunidades perseguidas por el Imperio Romano (1,4.9.11). Ahora bien, la mejor manera para que tú entiendas el mensaje de una carta es que estés en casa del destinatario de esa carta en el momento en el que él la recibe y la lee. Ahí sientes muy de cerca la amistad que une al escritor y al lector de la carta y entiendes mejor el consuelo que ella trae. ¿No es así?
Esto es exactamente lo que Juan quiere. El pide que su carta sea leída en grupo, en la misma comunidad (1,3). Por esto, aquellos siete consejos sólo funcionan si tú lees la carta del Apocalipsis en una casa de las comunidades perseguidas. Esto es, si te colocas al lado de los pobres y de los oprimidos de nuestras comunidades de hoy en día; si sabes entender y defender la causa de los que son perseguidos por la justicia. Esta es la mejor puerta de entrada al libro del Apocalipsis. Los que se quedan del lado de aquellos que oprimen y persiguen al pueblo, no van a poder entender nada del mensaje que Juan tiene hoy para nosotros.
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