sábado, 7 de noviembre de 2009

EL APOCALIPSIS POR CAPITULOS(III)

QUINTO CAPITULO

“QUIEN TIENE OIDOS, OIGA LO QUE EL ESPIRITU DICE A LAS COMUNIDADES” LA CARTA A LAS SIETE COMUNIDADES

(Apocalipsis 1-3)

LA HISTORIA DE COMO NACIO Y CRECIO

EL LIBRO DEL APOCALIPSIS

Un albañil experimentado es capaz de contar la historia de una casa. El examina la construcción y dice: “La baranda de la entrada fue hecha después. Basta ver los signos en la ventana y en la puerta. La cocina fue agrandada. Vea el piso y aquella viga de concreto allí, en el techo. En el dormitorio de los niños se levantó el tejado, se aumentaron dos paredes y se aprovechó el ángulo vacío que había allí. Al principio sólo había dos cuartitos, una pequeña cocina y un baño”. El albañil sabe, porque entiende de construcciones.


El Apocalipsis es como una casa popular. Creció poco a poco, de acuerdo con las necesidades del pueblo de las comunidades. Algunos albañiles experimentados examinaron las señales en las paredes, en el piso, en el techo y en el tejado del Apocalipsis y concluyeron lo siguiente:

Primero Juan hizo los capítulos 4 hasta el 11. Fue el comienzo. Probablemente en el año 64, época de la persecución de Nerón. Pero la persecución aumentaba y los problemas crecían. Ya no cabían en los capítulos 4 al 11. Era necesario aumentar la casa. El pueblo estaba pidiendo una reflexión más profunda sobre la persecución y sobre la política del Imperio Romano. Para responder a este problema, Juan escribe los capítulos 12 hasta el 22. Esto fue en el año 95, época de la persecución de Domiciano. Finalmente se hizo el pórtico del frente, los capítulos 1 al 3. Arregló el patio de atrás (22,21) y, ¡la casa quedó lista!

Ustedes preguntan: “¿Cómo es que nosotros podemos saber todo esto?” Y yo pregunto: “¿Cómo es que el albañil sabe acerca de las construcciones?”. Pero esta conversación de albañiles no es el asunto de nuestro libro. Son cosas que se discuten en la escuela profesional, en un curso de albañilería.

El pórtico de entrada hace a la casa acogedora. Los capítulos 1 al 3, o sea, la “Carta a las siete comunidades”, sirven como puerta de entrada a todo el libro. Es la percha donde se cuelga el resto. Estos capítulos transforman el Apocalipsis en una carta cariñosa y acogedora, con una dirección precisa. Son el pórtico de entrada del Apocalipsis donde Juan recibía al pueblo perseguido de las comunidades. ¡Vamos a penetrar en ese pórtico!

TITULO Y RESUMEN DEL APOCALIPSIS (1,1-3)

El título es “Revelación de Jesucristo” (1,1). El resumen (1,1-3) explica el origen de esa revelación: viene de Dios, a través de Jesús (1,1). Explica su valor: es Palabra de Dios, confirmada por Jesús (1,2); su exigencia: debe de ser escuchada y practicada (1,3); su recompensa: la felicidad (1,3); su urgencia: “¡El tiempo está cercano!” (1,3).

SALUDO INICIAL (1,4-8)

Juan inicia el libro deseando al pueblo de las comunidades de Asia “gracia y paz” de parte de la Santísima Trinidad (1,4). Hoy decimos: “Padre, Hijo, Espíritu Santo”. Juan dice lo mismo, pero de manera diferente. El dice “El que era, que es y que viene, los Siete Espíritus y Cristo Jesús” (1,4-5). En el nombre uno dice lo que piensa y espera de una persona. Vamos a ver lo que Juan piensa y espera del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo:

1. El Padre: “El que era, que es y que viene”. Al principio, el Padre es llamado “El que era, que es y que viene” (1,4.8; 4,8). Al fin de la historia, su nombre es ya: “El que era y es” (11,17). Al final él ya no viene más, pues ¡ya vino! Ya realizó su plan. O sea, el Apocalipsis describe la venida de Dios en la historia de su pueblo. No es un Dios distante, fuera de la historia, sino que es un Dios que tiene historia. ¡Tiene pasado, presente y futuro! ¡Era, es y viene! La historia de Dios es la historia de su pueblo ¡Dios está con él, camina con él!

El nombre era, es y viene, recuerda la frase con la que Dios explicó a Moisés el sentido de su nombre. Yavé: “¡Yo soy el que soy!” (Ex 3,14). Para Juan, el Dios de las comunidades continúa siendo el mismo Dios que, a la hora de liberar al pueblo de Egipto, cambió de nombre y se dio a conocer presentándose como Yavé, Dios presente, Dios liberador “¡Este es mi nombre para siempre!” (Ex 3,15).

2. El Espíritu Santo: “Los siete espíritus que están delante del trono de Dios”. Son espíritus, esto es, son la acción invisible de Dios en la vida y en la historia de los hombres. “El Espíritu del Señor llena el universo” (Sab 1,7). El número siete representa la plenitud de acción con la que Dios actúa en el mundo para realizar su plan. Están delante de su trono, es decir, están siempre listos para atender a cualquiera orden del Padre (5,6).

3. El Hijo: Cristo Jesús, Testigo fiel, Primogénito de entre los muertos, Rey de reyes. Jesús recibe muchos nombres. Cada nombre revela un aspecto de su rostro. Testigo fiel: Jesús dio la prueba de que Dios es fiel en el cumplimiento de sus promesas. Primogénito de entre los muertos: Jesús, nuestro hermano mayor, venció a la muerte y está vivo (1,18). En él ya está realizada la promesa que el Padre hizo para todos. Rey de los reyes de la tierra: Jesús tiene el poder de realizar la promesa del Padre. Los reyes de la tierra y el emperador de Roma no conseguirán impedirlo. Jesús es más fuerte, está muy por arriba de ellos y los domina.

Este Jesús fuerte, fiel y hermano, nos ama (1,5). Llegó a derramar su sangre para liberarnos (1,5) y hacer de todos nosotros un “reino de sacerdotes” (1,6). El tiene “el dominio por los siglos de los siglos” (1,6). Al final de los tiempos, él volverá sobre las nubes. ¡Todos lo verán y se golpearán el pecho! Incluso aquellos que lo clavaron en la cruz (1,7).

Y todo esto es lo que Juan piensa y espera del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. El saludo inicial es un breve resumen de toda la Buena Nueva del Apocalipsis.

EL ORIGEN DEL LIBRO, LA VISION DE JESUS (1,9-20)

El Apocalipsis nació de una visión que tuvo Juan de Jesús. Juan hasta recuerda el día y el lugar. Fue un domingo, “un día del Señor” (1,10), allá en la Isla de Patmos (1,9). Jesús apareció y dijo: “Escribe en un libro lo que veas y manda ese libro a las siete comunidades” (1,11). Al final de la visión Jesús repite la misma orden (1,19). Fue una visión importante. Conviene estudiarla más de cerca.

1. Una llave de lectura para entender mejor

la visión que Juan tuvo de Jesús

Una visión es como un sueño. No puede ser tomado al pie de la letra, palabra por palabra. ¡Sería imposible y hasta inútil! ¿Cómo entender, por ejemplo, pies de bronce (1,15), rostro como el sol (1,16), una espada saliendo de la boca (1,16)? ¡Juan es más artista que técnico, y más poeta que profesor! Su visión es fruto de una experiencia. Juan debe de haber tenido una experiencia profunda del poder, del amor y de la santidad de Jesús. Y ahora, por medio de imágenes, trata de comunicar a otros lo mismo que él experimentó. Usa imágenes conocidas, que el pueblo entendía. El pueblo tal vez no llegará a entender todos los detalles, pero adivinará el sentido del conjunto, pues tiene la misma fe en el mismo Cristo Jesús.

Conclusión: el solo estudio no basta para entender las visiones; es necesario tener la misma fe y la misma experiencia de Dios y de Jesús. ¡Las visiones son un verdadero desafío para nosotros!

2. Algunas pistas para entender mejor los detalles de la visión

Los siete candeleros (1,12) son las siete comunidades (1,20). El hijo del hombre (1,13) es Jesús, el Mesías. La túnica larga (1,13) es signo de su sacerdocio. El cinturón de oro (1,13) nos dice que él es Rey. Los cabellos blancos (1,14) sugieren su eternidad. Los ojos como llamas de fuego (1,14) indican su ciencia divina. Los pies de bronce (1,15) son señal de firmeza y de estabilidad. Su voz fuerte, como el estruendo de aguas torrenciales (1,16), revela majestad y poder. Las siete estrellas en su mano (1,16) son los siete coordinadores o ángeles protectores de las comunidades. La espada que sale de su boca (1,16) es su palabra, que tiene el poder de Dios. Su rostro como el sol (1,16), sugiere autoridad. Al ver a Jesús, Juan cae como muerto a sus pies (1,17). Esto refleja la situación de las comunidades, que tenían miedo a la persecución y a la muerte.

A esta altura de la visión, Jesús comienza a actuar. Coloca su mano derecha sobre Juan (1,17) y dice: “¡No tengas miedo! Soy Yo, el Primero y el Ultimo! ¡Yo soy el que vive! Estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo en mis manos las llaves de la muerte y del infierno!” (1,17-18). Este gesto y esta frase de Jesús explican mucho más que todo lo que yo antes intenté hacer comprender.

LAS SIETE CARTAS A LAS SIETE COMUNIDADES (2,1 - 3,22)

Son cartas muy pequeñas, sencillas y personales, para las comunidades de Efeso (2,1-7), Esmirna (2,8-11), Pérgamo (2,12-17), Tiatira (2,18-29), Sardes (3,1-6), Filadelfia (3,7-13), y Laodicea (3,14-22). No vamos a explicar cada carta. Damos sólo algunas informaciones generales para todas las cartas.

1. Las siete divisiones de cada carta

Las siete cartas tienen la misma forma, el mismo estilo. Tienen las mismas siete partes:

A. Todas ellas son dirigidas al “ángel de la comunidad” (2,1.8.12.18; 3.1.7.14).

B. Todas se presentan como palabra de Jesús: “Así habla...” (2,1.8.12.18; 3.1.7.14).

C. En cada carta Jesús recibe un título (2,1.8.12.18; 3,1.7.14).

D. En todas las cartas, Jesús comienza diciendo: “Yo conozco...” y describe las cualidades positivas de la comunidad (2,2-3.9.13.19; 3,8). La comunidad de Laodicea no tiene nada de positivo; ella no es ni fría ni caliente (3,15).

E. Jesús describe lo que cada comunidad tiene de negativo y hace advertencias (2,4-6.14-16.20-25; 3,2-3.15-19). Dos comunidades no tienen nada de negativo: Esmirna y Filadelfia. A éstas, Jesús les da consejos de perseverancia (2,10; 3,11). En la comunidad de Sardes, lo negativo es más fuerte que lo positivo (3,4). Por esto, allá se invierte el orden.

F. Todas ellas tienen la advertencia final: “¡El que tenga oídos, escuche este mensaje del Espíritu a las comunidades!” (2,7.11.17.29; 3,6.13.22).

G. Todas ellas terminan con una promesa al vencedor (2,7.11.17.26-28; 3,5.12.21).

2. Siete sugerencias para la lectura y el estudio de las siete cartas

A. Conocer la situación de las comunidades. ¿Qué es lo que cada comunidad tiene de positivo y de negativo? ¿Cuál es el punto en que cada una debe de esforzarse más? ¿Cuáles son los peligros que la amenazan? Comparar con la situación de hoy en día.

B. Enfrentar la situación. ¿Cómo pide Juan que estas comunidades enfrenten la situación? ¿Cuáles son los recursos que cada comunidad dispone para superar sus problemas? Y ¿cómo enfrentamos hoy los problemas?

C. Alimentarse del Antiguo Testamento. ¿Cuáles son los textos y acontecimientos del Antiguo Testamento que son citados y recordados en cada carta? ¿Cuáles son las fuerzas del pasado que Juan quiere despertar en el pueblo? ¿Qué hacemos hoy para recuperar la memoria y hacer despertar en el pueblo la fuerza de su pasado?

D. Profundizar la fe en Jesús. ¿Cuáles son los títulos que Jesús recibe en cada carta? ¿Cuál es el sentido y cuál es la fuerza de cada título para la vida del pueblo? Comparar éstos, con los títulos que Jesús recibe hoy en día.

E. Saborear las imágenes y las comparaciones. ¿Cuáles son las imágenes o comparaciones usadas en cada carta? ¿De dónde fueron sacadas: del Antiguo Testamento, de la vida, de la naturaleza, o de la cultura del pueblo? ¿Cuál es el sentido y la fuerza de cada imagen para la vida? Tan sólo en la “promesa al vencedor”, las siete cartas usan las siguientes imágenes: árbol de vida (2,7), paraíso de Dios (2,7), segunda muerte (2,11), maná escondido (2,17), piedra blanca (2,17), nombre nuevo (2,17; 3,12), cetro de hierro (2,27), vaso de barro (2,27), estrella de la mañana (2,28), vestido blanco (3,5), libro de la vida (3,5), columna en el templo de Dios (3,12), nueva Jerusalén (3,12), sentarse con Jesús en el trono del Padre (3,21). Esta muestra da una idea de la riqueza contenida en las siete cartas.

F. ¡Animarse con la promesa al vencedor! ¿Cuál es la promesa que cada carta ofrece al vencedor? ¿Cómo ayuda ésta a perseverar en la lucha y a aguantar la persecución? ¿Cuál es la promesa que hoy anima al pueblo en su caminar?

G. Imitar el ejemplo de Juan. Informarse sobre la situación concreta de las comunidades de hoy que ustedes conocen. De vez en cuando, reúnan a su comunidad y en nombre de Jesús escriban una pequeña carta a una comunidad que esté necesitada de una apoyo en su caminar.

SEXTO CAPITULO

“¡SABRAN QUE YO SOY Yavé, SU DIOS Y SU LIBERTADOR!”

PRIMER ITINERARIO DEL CAMINO DEL PUEBLO

(Apocalipsis 4 - 11)

Después de la comunicación de las siete cartas, Juan lleva al pueblo de las comunidades al cielo. Allá, desde lo alto, ellos van a mirar a la tierra y presenciar “las cosas que deben suceder” (4,1). Van a estar presentes como si estuvieran en un teatro, en el que ellos mismos están actuando. ¡El teatro de la historia humana!

Nosotros también vamos a entrar junto con ellos. Vamos a entrar por la puerta que Juan encontró abierta (4,1). ¡Prepárense a entrar en la morada de Dios! No entren ahí como quien ya sabe todo. Entren más bien para encontrarse con Dios, para adorarle y recibir de él el entendimiento y la valentía que están buscando. Ahora entremos.

LA VISION DEL TRONO DE DIOS (4,1-11)

Entrando al cielo, la primera cosa que se ve es el trono: “En el cielo había un trono colocado y en el trono Alguien estaba sentado” (4,2). La visión del trono es el telón de fondo de todo el Apocalipsis, desde el comienzo (1.4), hasta el final (22,3). Esta visión revela la grandeza de Dios. Invisible desde lo alto del trono, Dios dirige la última fase de su plan, que va a iniciarse ahora (4,1).

La visión del trono es como un música tocada con muchos instrumentos. Comienza muy bajito, va aumentando y explota en la exclamación: “¡Santo, Santo, Santo! ¡Señor! ¡Dios todopoderoso!” (4,8). El nombre de Dios es proclamado. “ERA, ES Y VIENE” (4,8). Es el nombre que viene del Exodo: Yavé, Dios con nosotros, Dios liberador! (Ex 3,14-15). Al iniciar la última fase de su plan de salvación, Dios mantiene el mismo nombre con el que inició la primera etapa. Y él va a mantener su nombre hasta el final (11,17). ¡Dios no cambió! Y no va a cambiar.

En el nombre Yavé está expresado el compromiso que Dios asumió de estar siempre con su pueblo para liberarlo. Y Dios es fiel al compromiso. Dios dio prueba de ello. El Exodo fue la primera prueba: “Ustedes sabrán que Yo soy Yavé” (Ex 6,7). Los hechos que van a ser relatados ahora, serán la última prueba, prueba definitiva de que él es Yavé, Dios liberador.

El nombre Yavé es el armario abierto de la fe, de la esperanza y del amor del pueblo (Ex 34,6-7). El viento de las persecuciones cerró el armario y el pueblo se quedó desprotegido. Juan comenzó a abrirlo de nuevo, para poder ofrecer al pueblo la luz y la fuerza que estaba necesitando.

LA VISION DEL CORDERO HERIDO DE MUERTE (5,1-14)

La visión continúa. En la mano de Dios está un libro cerrado con siete sellos (5,1). Este libro contiene el itinerario de la historia, desde el año 33 hasta el fin. Nadie es capaz de abrir el libro (5,3). Juan llora (5,4). Es la situación de las comunidades. Ellas lloran porque encuentran que Dios ya no controla la historia. Alguien dice: “No llores. Mira, ha vencido el León de la Tribu de Judá, el Brote de David; el abrirá el libro de los siete sellos” (5,5). Juan mira, pero no ve ningún león, ni retoño alguno. El ve un Cordero degollado que está de pie (5,6). Es Jesús que acaba de entrar en el cielo, llevando en su cuerpo las señales de la pasión (Jn. 20,27). Jesús recibe el libro de la mano de Dios (5,7) y se convierte así en el Señor de la historia (5,13). Es él quien va a asumir el control de los acontecimientos y ejecutar el plan de Dios.

En el pasado, la sangre del cordero liberó al pueblo de Egipto (Ex 12,13-14) e hizo de él un “reino de sacerdotes” (Ex 19,6). Ahora es la sangre de Jesús, el nuevo Cordero, la que está liberando al pueblo, haciendo de él un “reino de sacerdotes” (5,9-10). La liberación ya está en camino. ¡El éxodo ya comenzó! Resucitando de la muerte, Jesús recibió todo el poder y asumió el liderazgo (5,12-13). Si el Imperio Romano no quiere reconocerlo, peor para el imperio. Pues va a ser derrotado por el Cordero, (17,14). Y, como en el antiguo éxodo (Ex 15,1-22), también ahora todos estallan en un “canto nuevo” de alabanza (5,9.12-14).

Se canta mucho en el Apocalipsis. Juan retoma la letra de muchos himnos y aclamaciones (4,8.11; 5,9-10.12.13; 6.10; 7,10.12; 11,15.17-18; 12,10-12; 15,3-4; etc.). ¿Será sólo para informar de lo que se cantó allá en el cielo? No, sino para animar al pueblo perseguido (y a nosotros también) a cantar el mismo canto de victoria y de alegría. El Apocalipsis es una gran celebración, desde el comienzo hasta el fin. Celebra y enseña a celebrar la vida y la lucha del pueblo. Para Juan, la caminata del pueblo de Dios a través de la historia, en la noche oscura de las persecuciones, es como una larga procesión luminosa que sigue cantando a las fuentes de la vida (7,17). Es como si nos pidiese a todos nosotros: “¡Enciende tu vela tú también! ¡Entra en la procesión del pueblo! ¡Participa en la celebración y canta con nosotros!”.

Así, poco a poco, va apareciendo ya el orden en que Juan colocó los cuadros en la pared del Apocalipsis. El va sugiriendo que el éxodo, la liberación, no es un hecho del pasado o algo que se queda en sentida nostalgia. Sino que es una realidad presente, vivida por el pueblo de las comunidades. Sí, Juan comenzó a quitar el velo de los acontecimientos y el pueblo ya está percibiendo en ellos los trazos del rostro de Yavé.

LA APERTURA DE LOS SIETE SELLOS (6,1-17)

La visión continúa. Jesús, el Cordero, rompe los sellos del libro cerrado (6,1) que contiene el itinerario de la historia del pueblo. Conducida por Jesús, la historia comienza a avanzar, sello tras sello, etapa tras etapa, del año 33 en adelante. Juan y el pueblo quedan atentos, asistiendo a todo. Quieren entender el sentido de la persecución que los arrasa.

Cuatro sellos son abiertos (6,1.3.5.7), cuatro etapas pasan. En el quinto sello aparece la persecución del año 95. Aparece el pueblo perseguido que clama por justicia y venganza (6,9-10). Juan y el pueblo se reconocen: “¡Somos nosotros! ¡Es nuestro tiempo! ¡Vamos a ver qué va a pasar!”. Oyen el aviso: “Aguanten un poco más de tiempo, hasta que se complete el número de sus compañeros y hermanos” (6,11). La persecución tiene un plazo fijo para terminar. Señal de que Jesús controla la situación.

En la apertura del sexto sello (6,12), ellos pasan a contemplar el futuro que vendrá después de la persecución. Este futuro va a dar sentido a la persecución, pues viene a revelar la misión del pueblo perseguido.

La primera cosa que aparece en el sexto sello es una tremenda calamidad (6,12-14). “Los reyes de la tierra con sus ministros, los generales, los ricos y los poderosos y toda la gente, así esclavos como hombres libres, fueron a esconderse en cavernas...” (6,15). Huyen de miedo y gritan despavoridos: “¡Llegó el gran día de la ira de Dios! ¿Quién va a poder quedarse en pie?” (6,17).

La situación cambió totalmente. Los que en la quinta etapa todavía dominaban y perseguían, ahora ellos, en la sexta etapa, huyen despavoridos. Y al pueblo de las comunidades, ¿qué va a sucederle en el sexto sello? ¿Va a escapar de la calamidad, va a tener que sufrir todavía más? La respuesta viene enseguida, en las visiones del censo (7,1-8) y de la multitud sin número (7,9-17). Sin embargo, conviene antes explicar el sentido de esta división de la historia en siete etapas.

Los siete sellos del itinerario de la historia abiertos por el Cordero no deben de ser calculados en etapas de meses, años o siglos. Dividiendo toda la historia en siete etapas, Juan quiere enseñar lo siguiente: todo, todos los acontecimientos, todos los pueblos, todas las personas, aun las que se dicen neutrales, aun el emperador con su imperio, queriéndolo o no, todo y todos estamos dentro de la gran lucha entre el bien y el mal, entre la justicia y la injusticia, entre la libertad y la opresión, entre Dios o Satanás. No existe una gradería para asistir, como desde afuera del campo, al juego de la historia. Todos estamos dentro de la cancha, jugando a favor o en contra del plan de Dios. ¡Sepamos elegir el lado correcto: el lado de la justicia y de la libertad, el lado de Dios y de la victoria! ¡Tú también!

LA MISION DEL PUEBLO DE LAS COMUNIDADES (7,1-17)

1. El censo en el desierto (7,1-8)

La visión del sexto sello continúa. Juan cuelga un cuadro más en la pared del Apocalipsis. Un cuadro lindo, traído del pasado, del éxodo. En el pasado, después de la salida de Egipto, hubo un censo de las tribus (Núm 1,20-43). Aquel recuento del pueblo, hecho allá en el desierto, fue el inicio de la nueva organización igualitaria y fraterna del pueblo, de acuerdo con la ley de Dios. Lo opuesto a la organización opresora del Faraón de Egipto.

Ahora bien, en el sexto sello Dios decreta un nuevo censo. Es el censo de los “siervos de nuestro Dios” (7,3), que soportaron la persecución sin contaminarse con los falsos dioses del imperio (14,4). Un ángel es enviado para marcarlos (7,3). Todos reciben la marca de Dios, que es señal de protección (9,4). El número de los marcados es 144,000 (7,4). De cada tribu, 12,000 (7,5-8). Ahora el número está completo. Ya no falta nadie más (6,11).

De hecho, la situación cambió en el sexto sello, y por completo. Los opresores huyeron despavoridos (6,15-17). Y el pueblo que vivía aplastado y disperso (6,9-10), se presenta ahora al mundo en una organización perfecta, unidos entre sí (7,5-8), ¿Cuál es el sentido de todo esto?

2. La lección del censo

Mirando en este espejo de su pasado, el pueblo perseguido de las comunidades descubre su futuro. El sexto sello va a destruir el poder de los grandes con la “ira de Dios” (6,17) y va a proteger la vida de los pequeños con la “marca de Dios” (7,3). Por eso, los pequeños no deben tener miedo de la calamidad que se abate sobre los grandes (6,12-15), ni del poder que persigue a las comunidades. En vez de gastar energía combatiendo directamente ese poder, deben aplicar su esfuerzo en preparar el futuro, imitando al pueblo del antiguo éxodo. Esto es, ¡deben comenzar a organizarse, desde ya, de manera igualitaria y fraterna, de acuerdo con la Ley de Dios! Pues cuando el poder de los grandes cae en el sexto sello por podrido, destruido a causa de las plagas de la historia (6,15-17), entonces los pequeños deben estar listos para presentarse al mundo, unidos entre sí, en una nueva organización, contraria a la organización opresora del Imperio Romano.

3. La multitud que nadie podía contar (7,9-17)

La visión sigue. Juan ve “una gran multitud que nadie podía contar” (7,9). Todos vestidos de blanco, con palmas en la mano, delante del trono, alaban a Dios, formando coro con los ángeles del cielo (7,9-12). Juan no sabe quiénes son. Se extraña y pide una explicación (7,13-14). La multitud no viene de las doce tribus ya marcadas con la señal de Dios (7,3-8). Viene de la humanidad entera, “de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas” (7,9).

Se trata de los que vienen de la “gran tribulación” (7,14), de la persecución del imperio. Lavaron sus vestidos en la sangre del Cordero (7,14). Como las doce tribus, ellos salieron de Egipto y ahora están como en el desierto, delante del trono de Dios (7,15). Dios extiende sobre ellos su tienda de campaña (7,15) y enjuga todas las lágrimas (7,17). Bajo la protección del Cordero, no pasan hambre ni sed, ni sufren con el calor del sol (7,16). Jesús los conduce a las fuentes de la vida (7,17). Su vida es un servir, alabando a Dios (7,15).

Esto quiere decir que el nuevo éxodo no es sólo de las comunidades, sino que es de la humanidad entera. Las comunidades no pueden pensar que ellas son las únicas que resisten contra el imperio. Ni pueden querer controlar la acción de Dios en el mundo. Yavé, el Dios liberador, no es propiedad de las comunidades. Las comunidades sí son propiedad de Yavé (Ex 19,5). En medio de la humanidad oprimida que lucha y resiste contra la opresión, ellas deben ser un signo de Dios. Por su organización fraterna, nacida de Dios, deben presentarse al mundo como un servicio, como una posible alternativa para la libertad y para la justicia.

Por eso, mientras dure la persecución del quinto sello, el pueblo de las comunidades debe aguantar firme (2,13.25; 3,11; 6,11). Debe resistir hasta la muerte (2,10). Pues por su resistencia y lucha, ellas preparan el futuro que deberá aparecer a los ojos del mundo en la apertura del sexto sello. ¡Y falta poco tiempo para realizar esta misión! (6,11).

LAS SIETE PLAGAS DEL SEPTIMO SELLO (8,1 - 10,7)

La visión continúa. El itinerario va siguiendo su curso. El nuevo éxodo progresa y avanza en lo recóndito de la historia, bajo la protección de Yavé. Finalmente el Cordero abre el séptimo sello (8,1). ¡Es el comienzo del fin! Aparecen siete ángeles con siete trompetas (8,2). Son las siete plagas finales de la historia y van a “exterminar a los que exterminaron la tierra” (11,18). Y van también a recompensar a los santos que temen a Dios (11,18).

En medio de una celebración (8,3-5), los siete ángeles se preparan para tocar sus trompetas y lanzar las plagas (8,6). Las cinco primeras plagas son: granizo (6,7), sangre (8,8), aguas amargas (8,11), oscuridad (8,12) y langostas (9,3-7). Son una nueva edición, revisada y aumentada, de las plagas de Egipto (Ex 7,8-10,29). La sexta plaga (9,13-19) viene del libro de la Sabiduría, donde se describe a su modo las plagas de Egipto (Sab 11,15-19).

A pesar de ser severo el castigo, Dios no niega el perdón. El invita a los opresores del pueblo a la conversión. Es por eso que las primeras seis plagas nunca son completas. Destruyen “sólo una tercera parte” (8,7.8-9.10.11.12; 9,18). Dios limita el poder destructor de las plagas (9,4-5). De acuerdo con el libro de la Sabiduría. El “dispone todo con medida, número y peso” (Sab 11,20). El castiga a unos pocos “para que los pecadores se alejen del mal y crean en Ti, Señor” (Sab 12,2). Pero no consiguió nada. Los hombres se obstinaron en seguir a los falsos dioses del imperio (9,20). No abandonaron “el asesinato, la magia, la corrupción y el robo” (9,21). ¡No se convirtieron! (9,21).

Por eso, terminada la sexta plaga del séptimo sello, el ángel de Dios da un grito (10,3) y hace un solemne juramento (10,5-6) diciendo: “¡Ya no habrá más tiempo!” (10,6). Se agotó el plazo del perdón. El tiempo de la conversión terminó. La séptima plaga marcará el fin (10,7). Será la aplicación de la justicia sin apelación. La condenación total del imperio. Al toque de la séptima trompeta, “se habrá cumplido el plan misterioso de Dios” (10,7). Será la llegada definitiva del Reino de Dios (11,15).

LA LLEGADA DEFINITIVA DEL REINO DE DIOS (11,14-19)

Se abre la última página del itinerario de la historia. El séptimo ángel toca la trompeta (11,15). Se oye un grito fuerte: “Ahora el mundo ha pasado a ser Reino de nuestro Dios, y de su Cristo y él reinará por los siglos de los siglos” (11,15). Los veinticuatro ancianos, o sea, los representantes de todo el pueblo, se arrodillaran, adoran a Dios y dicen: “Te damos gracias, Señor, Dios Todopoderoso, el que es y que era, por haber empezado a reinar, valiéndote de tu poder invencible” (11,17).

Es el inicio de la celebración final de la historia. En medio de la aclamación, el Nombre de Dios es proclamado: “¡El que es y el que era!” (11,17). Es el mismo nombre que fue proclamado al comienzo de la historia: “El que era, es y viene!” (4,8). Sólo que esta vez Dios ya no viene más. ¡El ya vino! La venida de Dios en la historia de los hombres es el nuevo éxodo que acaba de terminar. ¡El fin llegó! ¡Dios probó para siempre que él es Yavé, Dios con nosotros, Dios liberador!

Aquí termina el primer itinerario del camino del pueblo. El itinerario del nuevo éxodo. Esta fue la primera lectura que Juan hizo de los acontecimientos de la persecución.

PASANDO DEL PRIMERO AL SEGUNDO ITINERARIO

Juan supo quitar el velo y revelar, dentro de los acontecimientos, la presencia de la Buena Nueva de Jesús, los trazos del rostro de Dios. Pero el tiempo fue pasando. Llegó la persecución tan dura de Domiciano. La situación del pueblo cambió. El mensaje del primer itinerario ya no bastaba para enfrentar a los nuevos acontecimientos. Era necesaria una lectura más realista y ajustada a la realidad de lo que el pueblo estaba sufriendo.

Para responder al problema del pueblo sufrido y perseguido, Juan hizo el segundo itinerario (12 - 22). Amplió la casa del Apocalipsis para poder cobijar al pueblo y enfrentar la situación. Continúa o alarga el tejado de la séptima plaga (11,14-19), y construye la sala amplia del segundo itinerario, que va del capítulo 12, hasta el capítulo 22.

La séptima plaga es la plaga de la “ira de Dios” (11,18) contra las naciones que se revelaron. Es la plaga del “juicio” (11,18), en el que llegó la hora de “recompensar a los siervos de Dios” (11,18) y de “destruir a los que destruían la tierra” (11,18). El segundo itinerario, por así decirlo, es el eco prolongado del trueno que se oye al final de la séptima plaga (11,9). Es el itinerario del juicio y de la condenación de los que persiguen al pueblo de Dios. Con mucha valentía, Juan se coloca delante del emperador de Roma y, en nombre del pueblo perseguido, lo desafía y dice: “A pesar tuyo, mañana será un día distinto”.

Para unir los dos itinerarios en un único libro, Juan hizo dos pequeñas modificaciones en las paredes del primer itinerario. Aumentó la visión del librito (10,8-11) donde recibió la orden: “Tienes que transmitir de nuevo las palabras de Dios, relativas a numerosos pueblos, naciones, lenguas y reyes” (10,11). Así, él advierte: “El libro no va a terminar después de la séptima plaga. Va a haber muchas otras profecías. Terminó el libro de los siete sellos, el primer itinerario. Ahora vamos a leer el segundo itinerario, descrito en el librito dulce y amargo”. Además de eso, aumentó la visión de los dos testigos (11,1-3). Se trata de Moisés y Elías. Conforme a la esperanza del pueblo, Moisés y Elías debían volver para preparar la llegada del juicio final (Eclo 48,10; Mal. 3,23). Así, por medio de esta visión, Juan orienta la atención de los lectores al tema del juicio.

Al final de todo, después del juicio final, Juan retoma el tema del pueblo de las comunidades y cuenta cuál fue el resultado de su lucha. Describe cómo va a ser el nuevo futuro que las comunidades estaban preparando a través de su organización fraterna. Es la gran visión del nuevo cielo y de la nueva tierra (21,1 - 22,21).

Todo esto trae una lección muy importante. Juan quería ser fiel, no sólo a Dios, sino también al pueblo sufrido de las comunidades. Quería que su escrito fuera una respuesta real, concreta, a los problemas que el pueblo estaba sufriendo. Por eso él, buscando la manera más apropiada para expresarse, modificaba el itinerario y elaboraba otro. Lo importante para él era siempre lo siguiente: quitar el velo y revelar la Buena Nueva de Dios dentro de los acontecimientos de la marcha del pueblo.

SEPTIMO CAPITULO

“A PESAR TUYO, MAÑANA HA DE SER OTRO DIA”

SEGUNDO ITINERARIO DEL CAMINO DEL PUEBLO

(Apocalipsis 12 - 22)

En el primer itinerario, Juan nos llevó al interior del cielo, lejos de la tierra. En el segundo, él comienza mirando el cielo (12,1), pero luego desciende y se queda en la tierra junto al pueblo que lucha y sufre (12,2). Y, al fin, el mismo cielo baja a la tierra (21,2), que será para siempre “la morada de Dios con los hombres” (21,3).

El primer itinerario describía el nuevo éxodo: Dios liberando a su pueblo. El segundo describe el juicio de Dios: Dios condenando a los opresores del pueblo. Es un juicio diferente, presente dentro de la historia, oculto en los acontecimientos. Juan va a quitar el velo para que el pueblo pueda comprender. El juicio tiene tres etapas:

1. El pasado (12,1-17): del año 33 hasta el año 95.

2. El presente (13,1 - 14,5): la época de la persecución de Domiciano (año 95).

3. El futuro (14,6 - 22,21): las cosas que van a suceder después del año 95, hasta el fin.

Nosotros también vamos a asistir al juicio, llevando con nosotros nuestro recuerdo, la historia de nuestro pueblo y la situación de nuestro país y de nuestras comunidades. Así, a la luz del juicio de Dios, se podrán iluminar también para nosotros los acontecimientos de nuestro caminar.

EL PASADO:

LA LUCHA ENTRE LA MUJER EMBARAZADA

Y EL DRAGON DE FUEGO (12,1-17)

1. Dios toma partido a favor de la vida amenazada (12,1-6)

Comienza el itinerario. La primera visión es de lucha. En un lado, una mujer embarazada que grita con dolores de parto (12,1-2). En el otro lado, un dragón de fuego, la “antigua serpiente” (12,3-4). Esta lucha fue anunciada en el paraíso terrenal. Allá se profetizó: la victoria será de la mujer y de su descendencia; la serpiente tendrá la cabeza aplastada (Gén 3,15).

La mujer que grita con dolores de parto (12,2) es Eva, la primera mujer. Es la humanidad, todos nosotros, en cuanto luchamos por defender la vida contra la amenaza constante de muerte. Es el pueblo de Dios que lucha para que nazca la vida nueva. ¡Es María, la Madre de Jesús!

El dragón es la “antigua serpiente, el diablo, Satanás” (12,9). Es el poder del mal y de la muerte. El se coloca delante de la mujer para devorar al niño tan pronto nazca (12,4). Lucha desigual. Esta es la situación de la humanidad hasta hoy. La vida ya nace amenazada por la muerte. La vida pierde ante la muerte.

Dios toma partido. Defiende al niño (12,5), defiende a la mujer (12,6). El niño nace y es arrebatado al lado de Dios (12,5). El niño es Jesús. El nace, vive, muere, resucita, sube al cielo y recibe de Dios el poder para “regir sobre las naciones con mano de hierro” (12,5). La mujer también es liberada de la amenaza del dragón y huye al desierto (12,6). Es el pueblo de Dios que sale de Egipto al desierto. ¡Es la Iglesia que acaba de nacer!

¡Dios venció al dragón! La resurrección de Jesús es el nuevo comienzo. La lucha entre la mujer y el dragón ya está decidida. La historia que sigue después es sólo la consecuencia de la victoria ya alcanzada. En su segundo itinerario, Juan va a levantar el velo. Va a ayudar al pueblo a ver la victoria de Dios presente en los acontecimientos del camino.

2. El dragón es expulsado del cielo y baja a la tierra (12,7-12)

De acuerdo con el pensamiento de aquel tiempo, Satanás, el dragón, era el “acusador de los hermanos” (12,10), la mano dura. El vivía junto a Dios para informarle sobre los pecados y las flaquezas de los hombres (Job. 1,6-12; 2,3-7). Pero Jesús venció y expió los pecados (Col. 2,13-15). La fe en Jesús y la entrega de la propia vida son más fuertes que el pecado que nos acusa (12,11). Por eso, no hay más necesidad de un dedo acusador. El dragón pierde su empleo. Ya no hay más lugar para él en el cielo (12,8). ¡Afuera con él! Y, en una gran batalla conducida por el arcángel Miguel (12,7), el dragón es expulsado del cielo (12,9). “¡Ay de ustedes, tierras y mares, porque el diablo ha bajado a ustedes, temblando de furor al saber que sus días están contados!” (12,12). Estamos en el inicio de la Iglesia. ¡El comienzo de las persecuciones!

3. Comienza la persecución a la Iglesia (12,13-17)

Aunque está ya derrotado, el dragón no desiste. ¡Quiere venganza! Vamos a perseguir a la mujer que dio a luz a aquel niño (12,13). Esto es, va a perseguir a la Iglesia. Pero Dios protege a la Iglesia. Como en el Exodo (Ex 19,4; Deut. 32,11), ella recibe “alas de águila” y vuela al desierto (12,14). El dragón vomita un río detrás de la mujer para matarla (12,15). Es el río del Imperio Romano. El Imperio Romano es el vómito de Satanás. Pero la tierra se abre y traga al río (12,16). La naturaleza y la historia se tragan al imperio y defienden al pueblo perseguido.

El dragón no desiste y lanza un nuevo ataque. Comienza a hacer la guerra contra el resto de los descendientes de la mujer (12,17). Aquí estamos llegando al año 95. Es la época de Domiciano. En una nueva tentativa por destruir a la Iglesia, Domiciano comenzó a perseguir al pueblo de las comunidades que “observan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús” (12,17).

Aquí termina la primera etapa del itinerario, que nos enseña lo siguiente:

a) La persecución de las comunidades es parte de un lucha mayor entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal.

b) El dragón que estimula la persecución es un derrotado. Fue derrotado por Jesús (12,4-5), por el arcángel Miguel (12,7-8), por los que creen en Jesús (12,11), y por la propia tierra (12,16).

c) La persecución ya es un signo de la victoria de Jesús sobre el dragón.

d) La persecución no consigue vencer al conjunto de las comunidades, la Iglesia, que tiene la protección de Dios.

e) La persecución de Domiciano es señal de miedo y de debilidad (12,12.17). Su poder está limitado en el tiempo (12,6.14). ¡Está en camino de recibir su quinta derrota!

EL PRESENTE:

LOS DOS BANDOS EN LUCHA,

LA BESTIA Y EL CORDERO (13,1-14,5)

La lucha entre la mujer y el dragón continúa. El dragón se encarna en la bestia, símbolo del Imperio Romano (13,1-18). La descendencia de la mujer se encarna en Jesús, el Cordero, y en el grupo de los 144,000 marcados con la señal de Dios (14,1-5; 7,3-8). En la primera parte, Juan habló de la persecución, pero no del perseguidor. Ahora él va a hablar del perseguidor. Va a dar una opinión más clara sobre la política del Imperio Romano.

1. El Imperio Romano: la bestia que combate a las comunidades (13,1-18)

Juan está en la playa y ve una bestia que sube del mar (13,1). El mar es símbolo de poder del mal. Es un bestia terrible. Parece una pantera, tiene pies de oso y boca de león (13,2). Tiene diez cuernos (13,1). Señal de mucho poder. Tiene siete cabezas (13,1). Son siete reyes emperadores (17,9-10). A esta bestia, el dragón le entrega todo su poder. Así, de acuerdo a Juan, el poder del Imperio Romano no viene de Dios, sino de Satanás (13,2.4).

La bestia hace todo para aumentar su poder sobre el pueblo. Una de sus cabezas tiene una herida mortal, pero se curó (13,3.12.14). Esto es, de acuerdo a la creencia del pueblo, Nerón habría vuelto a vivir en Domiciano. A causa de esto, la tierra entera se quedó admirada y comenzó a adorar a la bestia (13,3-4). “¿Quién puede luchar contra la bestia?” (13, 4).

El poder de la bestia es un poder insolente (13,5): ataca a Dios con blasfemias (13,6), persigue al pueblo de las comunidades (13,7) y tiene pretensiones de ser dios y dueño del mundo entero, con todos sus habitantes (13,7-8).

¿Cómo es que la bestia consigue engañar al mundo entero, y “dominar la mente” de tanta gente? Ella recibe la ayuda de otra bestia que tiene la apariencia de cordero, pero que habla como un dragón (13,11). Son los falsos profetas (16,13; 19,20; 20,10): milagreros, sabios, sacerdotes, técnicos que colocan su magia, su poder, su ministerio y su saber al servicio del imperio (13,12).

Estos falsos profetas realizan maravillas (13,13). Imitan al profeta Elías (1 Re 18,38-39), haciendo descender fuego del cielo, a la vista de todos (13,13). Realizan grandes proyectos (13,15) que causan la admiración de todos (13,14). Así seducen a la humanidad entera y consiguen que todos adoren la imagen de la bestia (13,15). Y no es sólo eso: dominan la vida del pueblo por el miedo y por el control de la economía. Quien no apoya al régimen, ¡muere! (13,15). Quien no tenga la marca o el número de la bestia, no puede vender ni comprar nada (13,16-17). De esta manera, los falsos profetas, tanto los de ayer, como los de hoy, engañan al pueblo y mantienen el régimen del imperio.

Finalmente, Juan da la clave para que la gente entienda en qué consiste el mayor crimen del imperio. Está expresado en el número de la bestia, que es el 666 (13,18). Como ya vimos, el número 666 señala al emperador de Roma y denuncia su pretensión de ser dios y dueño del mundo: quiso ser 7, pero no pudo. Juan no tiene duda. Para él, el Imperio Romano no sirve. ¡Es obra de Satanás!

Todo ese es un poder limitado, controlado por Dios. La persecución sólo va a durar 42 meses (13,5). Es la mitad de siete años. Número simbólico para indicar la imperfección. Esto es motivo de fe y de perseverancia para el pueblo perseguido (13,10).

2. Las comunidades: el cordero y su ejército que resisten al imperio (14,1-5)

Después del imperio, aparecen el Cordero, y los 144,000 marcados con el nombre de Dios (14,1). Se trata del pueblo de las comunidades que resiste la persecución del imperio (7,3-8). No hay ni puede haber nada en común entre los dos campos de lucha. ¡Es puro contraste! Y Juan acentúa el contraste. Hay una oposición total entre el Cordero, de un lado (14,1), y la bestia del otro; entre el Monte Sión, Jerusalén (14,1) y Roma, la sede del imperio; entre los 144,000 marcados con el nombre de Dios y del Cordero y el mundo de gente marcada con el número de la bestia; entre el susurro del canto de victoria que alaba de Dios (14,2-3) y las palabras insolentes y blasfemas contra Dios; entre la fidelidad que resiste al imperio sin contaminarse (14,4), y la seducción del imperio que lleva a adorar a la bestia; entre el poder de Dios dado al Cordero (5,12) y el poder del dragón dado a la bestia (13,2); entre la verdad que rechaza la mentira del imperio (14,5) y la mentira del imperio que rechaza la verdad.

No hay un ataque directo de los 144,000 contra el imperio. Su lucha es de otro tipo. El pueblo de las comunidades sigue al Cordero (14,4). Resiste y no se contamina con el culto a los falsos dioses: son vírgenes (14,4). Alimentan su fe y su perseverancia con la certeza de que Dios, y no el imperio, es el dueño del mundo (13,10). Se organizan de manera fraterna e igualitaria, como antiguamente las doce tribus (7,3-8). Observan la ley de los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús (12,17).

Es la lucha resistente del pueblo perseguido que, a un largo plazo, va a derrotar al imperio (17,14). El imperio va a caer por podrido, derrumbado por las plagas de la historia. Mientras tanto, el pueblo de las comunidades, por su lucha, prepara el comienzo del nuevo futuro. Ya desde ahora las comunidades son las primicias para Dios y para el Cordero (14,4). Son una muestra del futuro que Dios quiere para todos. Por eso, desde ahora, ellas cantan victoria (14,2-3). Canto fuerte que llena el mundo con su voz, semejante al estruendo de muchas aguas (14,2).

Aquí termina la segunda etapa del itinerario. Termina la descripción de la situación en que se encontraba la humanidad en el momento en que Juan estaba escribiendo el Apocalipsis. La impresión que queda es la misma que quedó al final de la primera etapa: es una lucha desigual, como era desigual la lucha entre la mujer y el dragón. Es el mundo entero que se organiza para derrotar al pueblo de las comunidades. Pero Dios ya pronunció la sentencia de condenación contra el dragón y contra la Bestia. ¡La sentencia va a ser ejecutada ahora!

EL FUTURO:

JUICIO Y CONDENACION

DE LA BESTIA Y DEL DRAGON (14,6 - 20,15)

Juan continúa descubriendo el itinerario del camino. Describió el pasado (12,1-17) y el presente (13,1-14,15). Ahora, quita el velo del futuro. Comienza a describir cómo va a ser el final de la lucha que comenzó allí, en el paraíso terrenal. Es la parte más difícil del Apocalipsis. Vamos a dar sólo una ayuda que permita descubrir la punta de la madeja y el meollo de la cuestión.

Aparecen tres ángeles y anuncian lo que va a suceder. El primero anuncia la llegada del día del juicio (14,6-7). El segundo anuncia la caída de Babilonia (14,8) (Babilonia es Roma, la capital del imperio). El tercer ángel anuncia la derrota final de todos lo adoradores de la bestia (14,9-11). ¡La condenación del imperio ya está decretada! La certeza de la victoria da fuerzas al pueblo de las comunidades para continuar resistiendo (14,12-13).

Los tres anuncios nos dan los tres pasos de esta tercera etapa del imperio.

- La llegada del día del juicio va a ser descrita del 14,14 hasta 14,20.

- La caída de Babilonia va a ser descrita ampliamente, del 15,1 hasta el 19,10.

- La derrota final va a ser descrita con muchas imágenes, del 19,11 hasta el 20,15.

1. La llegada del día del juicio (14,14-20)

Aparece el Juez de la historia, el Hijo del Hombre, sentado en un trono de nubes (14,14). Es Jesús, el Mesías, de la forma que fue anunciado por el profeta Daniel (Dan 7,13). El tiene una hoz afilada en la mano (14,14). Un ángel grita: “Usa tu hoz, y cosecha, pues llega la hora de cosechar” (14,15). ¡Comenzó la cosecha! (14,16). Inmediatamente después, en otra visión otro ángel grita: “Lanza tu afilada hoz y cosecha los racimos en la viña de la tierra, porque ya están maduros!” (14,18). Comenzaron a recoger y a pisar las uvas (14,19-20).

Levantar la cosecha y pisar las uvas maduras son imágenes del juicio final. ¡Comenzó el juicio! Comenzó la condenación de aquellos que estaban persiguiendo al pueblo de Dios. El juicio y la condenación consisten en la lenta destrucción de Babilonia.

2. La caída de Babilonia (15,1 - 19,10)

Aparecen siete ángeles, con siete plagas (15,1). Son las siete plagas que van a destruir poco a poco a la “gran ciudad”, Babilonia (16,19). Al mismo tiempo, aparece el pueblo que aguantó la persecución del imperio y venció a la bestia (15,2). Está de pie sobre un mar de vidrio (15,2). Como el pueblo del Exodo, después de la travesía del Mar Rojo (Ex 15,1-21), ellos cantan el cántico de Moisés y del Cordero (15,3; 14,3). Y en el canto celebran el juicio de Dios que acaba de comenzar (15,3-4).

Enseguida, las plagas van cayendo, una después de otra: úlceras malignas (16,2), el mar transformado en sangre (16,3), las fuentes transformadas en sangre (16,4), calor que abrasa y quema (16,9), tinieblas (16,10), los ríos se secan (16,12) y finalmente, un terremoto que destruye la ciudad de Roma (16,19).

Son las plagas de la historia, interpretadas por Juan como juicio de Dios y celebradas en el cielo en solemne liturgia (16,5-7). Las plagas no consiguen la conversión de los que adoran a la bestia (16,9-11). Por el contrario. Animados por el espíritu del dragón, de la bestia y del falso profeta (16,13), los reyes del mundo entero se organiza para hacer la guerra contra Dios (16,14.16). En vez de conversión, las plagas provocaron la blasfemia contra Dios (16,9.11.21).

La gran Prostituta

Del capítulo 17,1 hasta el 19,10, sigue una nueva visión de Babilonia y de su caída. Juan recibe una invitación: “¡Ven! Voy a mostrarte el juicio de la gran prostituta” (17,1). El ve una mujer ricamente ataviada (17,3-4). Su nombre es: “Babilonia, la Grande, madre de las prostitutas y de los abominables ídolos de todo el mundo” (17,5). Ella estaba borracha, no de vino, sino de la sangre de los mártires (17,6). Ella lleva al mundo entero a embriagarse con el vino de su prostitución (17,1). Viendo a la mujer, Juan se quedó admirando (17,6). Un ángel explica el misterio de la mujer (17,2) y deja bien claro que se trata de la ciudad de Roma, capital del imperio (17,9). Al final, él concluye: “Esa mujer que has visto, es la Ciudad Grande, la que reina sobre los reyes del mundo entero!” (17,18).

En seguida, del capítulo 18,1 hasta el 19,10, siguen cuatro cánticos. El primero anuncia la caída de Babilonia (18,2-3). El segundo pide venganza contra el mal que Babilonia hizo (18,-8). El tercero es un lamento dramatizado sobre la caída de Babilonia (18,9-24). El cuarto es una celebración participada de la victoria del juicio de Dios sobre la gran prostituta (19,1-8). En los tres primeros cánticos, Juan muestra cómo la causa de toda la maldad de Babilonia fue su deseo de lujo y su acumulación planificada y organizada (18,3.7.9-20,23). Por eso ella se volvió “la morada de los demonios” (18,2).

Después del juicio a la gran prostituta, “llegó el tiempo de las bodas nupciales del Cordero” (19,7). Su esposa, el pueblo de Dios, ya está lista (19,7). Ya se distribuyeron las invitaciones para la fiesta (19,9). Pero antes de esa fiesta final, viene la derrota total de los adoradores de la bestia.

3. La derrota final

del dragón, de la bestia y de sus adoradores (19,11 - 20,15)

Aquí comienza la parte más difícil de todo el Apocalipsis. Son visiones oscuras, cuyos detalles no tienen interpretación precisa. No pueden ser tomados al pie de la letra, palabra por palabra. Son símbolos. Pero el sentido general del conjunto queda claro. Juan quiere enseñar que, al final, el mal será totalmente derrotado. La victoria será del bien y de la justicia.

A. La primera derrota (19,11-21)

Aparece un caballo blanco (19,11). Su jinete tiene varios nombres: “Fiel y Verdadero” (19,11), “Palabra de Dios” (19,13), “Rey de reyes y Señor de señores” (19,16). ¡Es Cristo Jesús! Acompañado de los ejércitos celestes (19,14), él viene a “juzgar y combatir con justicia” (19,11). Mientras los reyes de la tierra, liderados por la bestia, se preparan para el combate final (19,19; 16,13-16), un ángel llama a los buitres: “Vengan a devorar al soldado y a su caballo, a hombres libres y esclavos, pequeños y grandes” (19,18). El ejército de los reyes es derrotado. La bestia y el falso profeta son capturados y arrojados vivos al lago de fuego (19,20). Los otros adoradores de la bestia, están ya muertos todos por la espada que sale de la boca del gran caballero (19,21).

B. El reino de mil años (20,1-6)

Un ángel baja del cielo y agarra al dragón, “la antigua serpiente, el diablo, Satanás” (20,1). El dragón es esposado y arrojado al gran abismo, donde se quedará durante mil años (20,2-3). En seguida, sucede la “primera resurrección” (20,5-6). La primera resurrección es la de los que dieron testimonio de Jesús y resistieron contra la bestia (20,4). Su testimonio dejó semilla y resucitó en la Iglesia, que ahora crece y se esparce por el mundo entero. Esto va a durar mil años (20,4). Los otros muertos no participan de esta primera resurrección (20,5), porque la vida de ésos no valió para nada y no dejó semilla en la tierra de la vida del pueblo. Los mil años indican el tiempo que va desde el fin de la persecución del imperio hasta el fin del mundo. Es el tiempo completo señalado por Dios. No puede ser tomado al pie de la letra. Pues con relación al fin del mundo, nadie sabe nada. Sólo el Padre (Mc 13,32; Hch 1,7).

C. La segunda derrota y el juicio final (20,7-15)

Después de los mil años, el dragón se soltó (20,7). Pero es sólo por poco tiempo (20,3). Andando por el mundo, él seduce a las naciones (20,8). Ellas se organizan para hacer guerra contra el pueblo de Dios (20,8). Llegan a cercar “el campamento de los santos y la ciudad amada” (20,9). Nuevamente la lucha es desigual. Es el último intento de la serpiente contra la descendencia de la mujer. Y, nuevamente, Dios interviene a favor de la mujer, a favor de su pueblo. Un fuego baja del cielo y devora a todos (20,9). Y finalmente entonces, el dragón es tomado preso y arrojado en el lago de fuego, donde ya se hallaban la bestia y el falso profeta (20,10). Y allá se quedarán, por los siglos de los siglos (20,10).

Enseguida, Juan ve el trono blanco de Dios (20,11). Es el trono del Juez. La muerte es obligada a devolver a todos los que por ella fueron engullidos en el correr de la historia (20,13). Todos son juzgados, cada uno conforme a sus obras (20,12.13). Terminado el juicio, la propia muerte ya vencida, es arrojada al lago de fuego (20,14). Y junto con ella van todos los que no estaban inscriptos en el libro de la vida (20,15). Es “la segunda muerte” (20,14). ¡La muerte de la propia muerte! ¡Al final sólo va a quedar la vida, y vida en abundancia! (Jn. 10,10). ¡Todo está listo para la fiesta final!

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