martes, 3 de noviembre de 2009

EL MATRIMONIO:BREVE ESTUDIO DEL SACRAMENTO.

El sacramento del matrimonio «centro y corazón de la civilización del amor. Juan Pablo II.

No es el amor pasional y sensible, sino la caridad que viene de Dios, la que afianza las buenas relaciones entre los casados. San Agustín de Hipona

El matrimonio constituye una íntima comunidad de vida y de amor conyugal. Concilio Vaticano II: Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual,nº 48

¿Cómo podríamos describir la dicha de un matrimonio contraído ante la Iglesia, confirmado por la oblación, sellado por la bendición, proclamado por los Angeles y ratificado por el padre celestial? Tertuliano.





INTRODUCCIÓN:

-En el mundo en el que nos ha tocado vivir es muy común ver todos los días, divorcios, bodas entre homosexuales, relaciones prematimoniales, el uso de preservativos y anticonceptivos etc, todo esto lo que haces es dar un sentido completamente diferente al matrimonio del que debería tener, es por eso me he animado a tocar este tema para que desde un nivel básico sin profundizar en los padres de la Iglesia , ni tampoco en el magisterio de la Iglesia solamente a través de la Biblia y conociendo los conceptos fundamentales podamos entender el verdadero sentido de este sacramento para cuando nos toque vivirlo, a algunos ya muy pronto , podamos vivir de la mejor forma posible, y si ya nos hemos casado, para recordar que debes ser fiel y amar a tu esposa o esposo todos los días de tu vida con un amor similar al que te tienes tu mismo.

Tras esta breve introducción pasaré a concretar los puntos en los que me voy a centrar a lo largo del artículo. Básicamente serán estos:


1.-CONCEPTO Y DESCRIPCIÓN DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

2.-FUNDAMENTO BIBLICO.

-Intentaré a lo largo de este artículo el justificar la enseñanza de nuestra Santa Madre Iglesia con las Sagradas Escrituras, para que de esta forma, los lectores fácilmente puedan entender el porque la Iglesia se opone a todo esto. Quizas alguno piense todos estos temas deberían tocarse por separado y poco tienen que ver con el matrimonio, pero realmente es clave entender estos temas, para lograr llevar un matrimonio Santo, no podemos ignorar estos temas y luego creer en el matrimonio, pues quien realiza alguna de estas cosas, esta demostrando al mundo la ignorancia y la poca fortaleza espiritual que existe en su matrimonio, es por ello me decidí a tocar esto aquí ya que esta íntimamente relacionado y puede ayudar a muchas personas.

1.-CONCEPTO Y DESCRIPCIÓN DEL MATRIMONIO

El sacramento del matrimonio es la presencia de Cristo, presencia sacramental. Es decir siendo el matrimonio un sacramento, se convierte en un medio de comunicación de la gracia de Dios. Es un camino para la salvación de los que lo integran.

  • Como sacramento es un signo del amor y de la alianza de Cristo con su Iglesia.
  • La finalidad del sacramento del matrimonio es la santificación de los esposos mediante: la Unión y la procreación y educación de los hijos.
  • Es la manera de ayudarse mutuamente con la gracia de Dios en la realización de la propia vocación.

La unión conyugal tiene su origen en Dios, quien al crear al hombre lo hizo una persona que necesita abrirse a los demás, con una necesidad de comunicarse y que necesita compañía. “No está bien que el hombre esté solo, hagámosle una compañera semejante a él.” (Gen. 2, 18). “Dios creó al hombre y a la mujer a imagen de Dios, hombre y mujer los creó, y los bendijo diciéndoles: procread, y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla”.(Gen. 1, 27- 28). Desde el principio de la creación, cuando Dios crea a la primera pareja, la unión entre ambos se convierte en una institución natural, con un vínculo permanente y unidad total (Mt. 19,6). Por lo que no puede ser cambiada en sus fines y en sus características, ya que de hacerlo se iría contra la propia naturaleza del hombre. El matrimonio no es, por tanto, efecto de la casualidad o consecuencia de instintos naturales inconscientes. El matrimonio es una sabia institución del Creador para realizar su designio de amor en la humanidad. Por medio de él, los esposos se perfeccionan y crecen mutuamente y colaboran con Dios en la procreación de nuevas vidas.



El matrimonio para los bautizados es un sacramento que va unido al amor de Cristo su Iglesia, lo que lo rige es el modelo del amor que Jesucristo le tiene a su Iglesia (Cfr. Ef. 5, 25-32). Sólo hay verdadero matrimonio entre bautizados cuando se contrae el sacramento.


El matrimonio se define como la alianza por la cual, - el hombre y la mujer - se unen libremente para toda la vida con el fin de ayudarse mutuamente, procrear y educar a los hijos. Esta unión - basada en el amor – que implica un consentimiento interior y exterior, estando bendecida por Dios, al ser sacramental hace que el vínculo conyugal sea para toda la vida. Nadie puede romper este vínculo.


El casarse es el contrato matrimonial y el estar casado es el vínculo matrimonial indisoluble.

El matrimonio posee todos los elementos de un contrato. Los contrayentes son el hombre y la mujer. El objeto es la donación recíproca de los cuerpos para llevar una vida marital. El consentimiento> es lo que ambos contrayentes expresan. Unos fines que son la ayuda mutua, la procreación y educación de los hijos.



El Matrimonio es un sacramento y por ello es un signo ante el mundo de Dios invisible viviendo entre nosotros, Dios vivo que da fruto en dos personas. Ellos son un continuo signo de su poder en el mundo. Existe una gracia y un poder especiales en cada pareja que Dios ha unido, cada cosa que hacen individualmente o juntos es una actualización de su sacramento. Cosas tan simples como lavar la vajilla, pasar el trapeador, manejar al trabajo, luchar por forjar una vida, ganar un pequeño salario para afrontar mayores gastos –sí, estas cosas y todas las demás facetas de su vida juntos– tienen un poder escondido en ellas para santificarlos. La vida matrimonial es un campo de santidad, donde el amor es la semilla plantada por Dios. En dicha vida en común, sus agonías y gozos, dolores y sacrificios, frustraciones y tensiones, sus momentos de júbilo y desesperación son como la lluvia y el sol, como el rayo y el trueno sobre un joven retoño.



Las faltas y debilidades de cada uno son compensadas por sus propias virtudes. Cada cual posee lo que al otro le falta, y esto resulta en una amorosa dependencia entre ellos para su mutuo crecimiento y transformación. Si marido y mujer pueden hacerse el hábito de mirarse sacramentalmente, viendo la belleza de Dios en el alma de cada uno, tratando de aumentar esa belleza edificándose, creciendo unidos a imagen de Jesús, entonces este sacramento del Matrimonio porta el sello de Dios Vivo.


Los temperamentos que pueden ser ocasión de problemas son vistos como escalones de piedra hacia la santidad, como herramientas en sus manos que pueden quitar la autosuficiencia, la susceptibilidad, la ira, los celos y la intemperancia. Cuando el crecimiento personal en el propio conocimiento los conduce a revestirse de Jesús, entonces la vida matrimonial se convierte en el propósito para el cual fue creada.


Cuando la conformación con Jesús es el principal fin de una joven pareja, las faltas e imperfecciones que tan rápido empiezan a oprimirnos son tomadas con las manos y usadas para construir y no para destruir. Si uno de ellos es gentil y el otro de temperamento fuerte, es obvio que uno posee lo que al otro le falta. Por ejemplo, si uno de lo dos tiene mal carácter, en frente tiene el ejemplo de la amabilidad de Jesús, y si dicha amabilidad es vista como un fruto bueno para obtener, entonces, cada uno ayudará al otro en su camino hacia Dios. Las diferencias de temperamento pueden ser una causa de incompatibilidad en una corte de divorcios, pero ante Dios, estas diferencias son instrumentos que ajustan y reajustan sus almas a la imagen de Dios.


La vida en Familia es la columna vertebral de la humanidad y depende de la mutua entrega, del mutuo compartir y dar del otro, implica el uso adecuado de los éxitos y fracasos del otro para la recíproca edificación. Los ladrillos y la mezcla de un edificio no son hermosos, pero sin ellos no hay construcción que pueda permanecer en pie; las tablas de madera y los clavos son un lejano remedo del hermoso estante ya concluido, pero son esas tablas de madera el estante mismo, son esos ladrillos unidos el edificio mismo. Lo mismo ocurre en una pareja de esposos: los reveses de cada día, los frustrantes errores, las preocupaciones y tensiones, los éxitos y fracasos, todos ellos forjan y construyen el hermoso edificio de la vida familiar. Aunque todo parezca infructuoso e inútil, aunque día a día el sufrimiento tenga éxito en hundirnos más en una vida rutinaria, aunque la acedía tome posesión de nuestros corazones con sus gélidas manos, la providencia de Dios cuenta cada lágrima, recoge cada riña y purifica todo error. Podemos pensar que todo está perdido, o que hemos fracasado, pero si pudiéramos vernos con sus ojos, veríamos la sabiduría de su voluntad. Si cooperáramos con Él y tratáramos de extraer el bien de todo mal, veríamos con mayor atención como nuestra alma cambia, como nuestra fe crece más firme, nuestra esperanza más segura y nuestro amor más profundo. Veríamos al Espíritu trabajando en todas las circunstancias de la vida, aunque sean éstas tan dolorosas.


Este sacramento vivo debiera ser considerado con devoción, devoción hacia la pareja y devoción hacia el sacramento mismo. Las parejas casadas debieran tener la posibilidad de recurrir al poder de su propio Sacramento cuando las dificultades surgen. Todo sacerdote sabe que su Ordenación le ha conferido diversos poderes para sanar y ser sanado, para desatar y atar, para consagrar y ofrecer sacrificios. No importa que dificultades puedan aparecer, estos carismas le pertenecen y mientras más consciente sea de estos poderes dados por Dios, su fe crecerá porque Dios estará trabajando en él. Él es el sacramento vivo de la ordenación. Todo lo que realiza moldea la imagen de Jesús en su alma, es un instrumento de Dios, su embajador en la tierra. Lo mismo ocurre con el matrimonio, hay escondido en este sacramento de la vida diaria, un poder especial. Este poder hace a dos personas capaces de vivir juntas en el amor, para traer al mundo otros seres humanos hechos a imagen y semejanza de Dios. Como el sacerdote, por el poder de su ordenación, ofrece un pedazo de pan y dice “este es mi cuerpo”, así los esposos, por el poder de su Sacramento Vivo, contemplan este niño, fruto de su amor, y dicen “este es nuestro cuerpo, este es Su templo”.



En la vida de cada pareja de esposos debe darse una continua edificación del Sacramento. Ya que cada sacramento nos trae la presencia de Dios de una manera especial, esta Presencia en el Matrimonio debiera ser una continua experiencia de vida. Los esposos debieran situarse en Su maravillosa Presencia diariamente poniendo sus vidas frente a Dios en un encuentro necesario de amor. Si un matrimonio empezara su día de la mano, se pusiera silenciosamente en la presencia de Dios, si fuera consciente de dicha presencia a su alrededor y en ellos, si tomaran de Dios las hermosas cualidades que les hicieran falta, si buscaran su bendición cada nuevo día, ese día empezaría inmerso en el amor de Dios, y ese Amor, más fuerte que la muerte, los mantendría unidos pase lo que pase.


La oración y la presencia de Dios son necesarias en cualquier estado de vida, pero cuanto más importantes en aquellos estados que son en sí mismos un sacramento. Cuando empezamos a vivir bajo la sombra de nuestra propia presencia, nuestro mundo se empequeñece, nuestra mirada se estrecha, y nuestras actitudes se centran cada vez con mayor intensidad en nosotros mismos. Las cosas y personas que nos rodean crispan nuestros nervios y nos ponen al borde del colapso, y no siempre es así porque vivir sería imposible, pero debido a que nuestras actitudes ya nuestro egoísmo estrechan nuestro campo de conciencia, nuestro dolor se concentra en la pequeña área de nuestra vida privada. Con esa misma intensidad, la vida se hace insoportable, el futuro se muestra incierto y el pasado es un fracaso total. Unos esposos con esas actitudes no pueden ver el bien en las cosas que les ocurren, y mucho menos algo bueno en su pareja. Las excusas para el rencor, el adulterio, la frialdad y la indiferencia abundan y son racionalizadas porque la miseria que sienten les parece demasiado real e inevitable. Ciertamente es real, pero constituye algo que puede ser usado como un peldaño en la escalera a la santidad.


Una vez que tomamos conciencia de que las flaquezas humanas son oportunidades en las que podemos elegir actuar como nosotros mismos o como Jesús, en cualquier situación que se dé, comenzamos a entender la necesidad de responder con amor en vez de reaccionar con ira incontrolable.


Las virtudes de la paciencia, el amor, la amabilidad, la fortaleza, la fidelidad, la confianza y el señorío de uno mismo, no son fáciles de adquirir sin el poder del Espíritu que habita en nosotros. Son virtudes de elección, producto de nuestra voluntad que decide actuar en contra de los malos impulsos que emanan de nuestro interior. Cuando luchamos contra estas malas tendencias en nosotros todos los días, nuestras almas empiezan a sentir fatiga, nuestra voluntad retrocede y nuestra determinación se tambalea. La perseverancia se vuelve difícil y la realidad de una lucha que se prolonga por años paraliza nuestra alma y la vuelve espiritualmente inerte.


¿Cómo puede un alma alcanzar la paz, la alegría y todo lo que anhela sin asentarse en aquella presencia que la rodea y penetra todo su ser? Ser inconscientes de dicha presencia es ser como cubos de hielo en medio del fuego. Una vez que el alma se rinde ante ella, como alguien que lo necesita todo, empieza a empaparse de las hermosas cualidades que provienen de esta Presencia Divina. Las faltas, las debilidades y los conflictos de carácter empiezan a diluirse, las raíces de los problemas salen a la luz y son cortadas, se da lugar a un nuevo y vigoroso crecimiento.


En todo sacramento se halla la presencia de Dios. Este Sacramento Vivo del Matrimonio debe encontrar su fundamento en la fuente de Agua Viva, la Presencia Divina, si quiere manifestar dicha presencia al mundo. Un matrimonio, en Cristo, es un testigo real del poder de Dios en medio de nosotros, es un ejemplo concreto de la vida de la Trinidad.


Como el Padre Eterno, el hombre es la cabeza de la familia unida. Es el protector y proveedor de la familia, tiene en sí la semilla de la vida. Sus obligaciones para con su familia requieren que de y reciba. Cooperando con el Padre, ejerce el poder que posee de traer una nueva vida al mundo, asume los valores espirituales de dicha vida y la guía con sus palabras y sus obras de nuevo hacia el Padre de todas las cosas. Debe ser compasivo, misericordioso y comprensivo, las vidas bajo su cuidado deben ser conducidas, no empujadas al Reino. Su protección debe ser aquilatada por el discernimiento de tal modo que aquellos bajo su providencia puedan madurar lentamente y enriquecerse de la levadura de la santidad. Debe corregir con gentileza, midiendo la reprimenda con la vara de la compasión y no con la de su propia cólera. Sus actitudes hacia su pareja deben ser las de un compañero. El libro del Génesis nos relata como Dios había dicho que no era bueno para el hombre permanecer solo y que por ello le daría una compañera –alguien en quien podría confiar–, alguien que lo podría ayudar a tomar decisiones, que lo consolaría, que lo amaría y sería como una sola persona con él. No hay ninguna aclaración acerca de la superioridad de uno y la inferioridad del otro, es la armonía de dos individuos viviendo como uno solo y desarrollando sus diversos roles como uno solo. Estas tareas se complementan y realizan plenamente solo cuando ambos son fieles a la parte que les ha sido dada a cada uno por Dios. Estos roles no pueden ser intercambiados, porque ninguno posee las cualidades, disposiciones, poderes o el carácter del otro. Cada uno posee unas cualidades especiales dadas por Dios para que realice su rol específico en la mutua edificación de ese único Templo del cual Dios es el Soberano.


La mujer es el lazo amable y amoroso que fortalece, consuela, construye, reconcilia y hace todas las cosas nuevas y excitantes. La mujer es la fortaleza en tiempos de sufrimiento, el coraje en las caídas, la intuición cuando se avecinan peligros. La mujer es ingeniosa cuando todo falla, creativa en tiempos de necesidad y finalmente una verdadera compañera para el hombre.



El hombre es corporalmente fuerte, agudo para pensar, práctico y capaz, es paternal y confortador, lleno de seguridad, confianza y conocimiento personal, cuenta con la habilidad necesaria para sostener y cuidar a su familia. El hombre necesita alguien que aprecie su capacidad, que lo escuche y lo atienda. Qué solo estaría sin aquellos dones tan especiales que su compañera, la mujer, le ofrece.


Podemos ver entonces que, dado que Dios ha designado al matrimonio como un sacramento, aquellos que han sido unidos por él, poseen una serie de cualidades personales únicas que deberían compartir y ayudar al otro a que las eleven a un nivel sobrenatural. Esa presencia invisible que los une debe hacerse visible por el amor que se tienen, por su vida en familia, por su crecimiento en santidad, por su preocupación por las necesidades de los demás, por su fidelidad y por su perseverancia día a día en el bien.


-Podemos pues resumir todo esto en lo siguiente:

1.-El Matrimonio es el sacramento que santifica la unión indisoluble entre un hombre y una mujer cristianos, y les concede la gracia para cumplir fielmente sus deberes de esposos y de padres.

2.- Las propiedades esenciales del Matrimonio son: unidad, indisolubilidad y apertura a la fecundidad.

3.- El sacramento del matrimonio debe recibirse en estado de gracia y con la debida preparación; por ello se le recomienda a los contrayentes confesarles antes.

Ya para terminar esta primera parte, quiero insistir en un último punto, como para todo, uno debe estar preparado es decir, no se debe uno casar sin antes haber estado correctamente preparado es por eso que:

La preparación al matrimonio, a la vida conyugal y familiar, es de suma importancia para el bien de la Iglesia. De hecho el sacramento del Matrimonio posee gran valor para la entera comunidad cristiana y en primer lugar para los esposos, cuya decisión es tal que no puede dejarse a la improvisación o a decisiones apresuradas. En otras épocas dicha preparación podía contar con el apoyo de la sociedad, que reconocía los valores y beneficios del matrimonio. Sin obstáculos ni vacilaciones, la Iglesia tutelaba su santidad consciente del hecho de que el sacramento del Matrimonio era una garantía eclesial en cuanto célula vital del Pueblo de Dios. El apoyo eclesial era firme, unitario, compacto, al menos en las comunidades realmente evangelizadas.


La preparación al matrimonio constituye un momento providencial y privilegiado para cuantos se orientan hacia este sacramento cristiano y un kairós, es decir, un tiempo en el que Dios interpela a los novios y les lleva al discernimiento sobre la vocación matrimonial y la vida en la que ésta introduce. El noviazgo entra en el contexto de un denso proceso de evangelización. De hecho confluyen en la vida de los novios, futuros esposos, cuestiones que inciden en la familia. Por ello, se les invita a comprender qué significa el amor responsable y maduro de la comunidad de vida y amor que será su familia, verdadera iglesia doméstica que enriquecerá a la Iglesia entera.


La importancia de la preparación exige un proceso de evangelización consistente en la maduración de la fe y su profundización. Si la fe está debilitada o casi no existe ya es preciso reavivarla y no se puede excluir una instrucción exigente y paciente que provoque y alimente el ardor de una fe viva. Sobre todo donde el ambiente se ha ido paganizando, será muy aconsejable un « itinerario que recalque los dinamismos del catecumenado » y la presentación de las verdades cristianas fundamentales que ayuden a adquirir o reforzar la madurez de la fe de los contrayentes. Es de desear que el momento privilegiado de la preparación al matrimonio se transforme, estimulados por la esperanza, en una Nueva Evangelización para las futuras familias.


2.-FUNDAMENTO BIBLICO:

Instituído por Dios en la Creación de la raza humana y ratificado en su Divina Encarnación:


Gen 2, 24 "Dejará el hombre a su padre y a su madre y se adherirá a su mujer, y vendrán a ser los dos una sola carne.”


Mat 19, 4-6 "El respondió: ¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra? Dijo: “Por esto dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a la mujer, y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre".


Quien le dió la doctrina de Sacramento fue el bienaventurado apóstol Pablo:

Efesios 5, 22- 33 "Las casadas estén sujetas a sus maridos como al Señor, por que el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia y salvador de su cuerpo. Y como la Iglesia está sujeta a Cristo, así las mujeres a su maridos en todo. Vosotros, los maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella. Para santificarla, purificándola, mediante el lavado del agua, con la palabra, a fin de presentársela así gloriosa, sin mancha o arruga o cosa semejante, sino santa e intachable. Los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, y nadie aborrece jamás a su propia carne, sino que la alimenta y la abriga, como Cristo a la Iglesia, por que somos miembros de su cuerpo. “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán dos en una carne”. Gran misterio es éste, pero yo lo aplico a Cristo y a la Iglesia. Por lo demás, ame cada uno a su mujer, y ámela como a sí mismo, y la mujer reverencie a su marido".



Y fue también san Pablo quien nos enseñó en que consiste el matrimonio cristiano:

1ª Corintios 7, 3- 5 "El marido otorgue lo que es debido a la mujer, e igualmente la mujer al marido. La mujer no es dueña de su propio cuerpo: es el marido; e igualmente, el marido no es dueño de su propio cuerpo: es la mujer. No os defraudéis uno al otro, a no ser de común acuerdo por algún tiempo, para daros a la oración, y de nuevo volved a lo mismo a fin de que no os tiente Satanás de incontinencia."



La Iglesia lo que ha hecho en su Magisterio ha sido recordarnos a cada momento lo que Dios creó y en su Encarnación confirmó.

-En el caso de este Sacramento recordarlo a través del Magisterio de la Iglesia inspirado en la propia Sagrada Escritura.

-Si observamos vemos como San Pablo nos enseña cual es la función del matrimonio:

El marido lo compara a Cristo y a la mujer a la Iglesia, tal y como es el matrimonio divino entre Cristo y su Iglesia a base de ese ejemplo debemos intentar llevar nuestro matrimonio, para lo cual debemos amar a la mujer como a nosotros mismos nos amamos, debemos cuidarla y respetarla como Cristo cuida a su Iglesia. El marido es Cabeza de la mujer y ambos deben ser fieles. La unión entre ellos forma una sola carne, así como la unión entre Cristo y su Iglesia forma un solo ser , donde Cristo es la Cabeza y la Iglesia es el cuerpo pero ambos son solamente uno, eso es lo que San Pablo desea que hombre y mujer sean solamente uno.

-En el pasaje de los corintios Pablo nos enseña que debemos en el matrimonio entregarnos totalmente a nuestra esposa o esposo, es por eso dice, nuestro cuerpo es de nuestra mujer, y el de la mujer nuestro, para enseñar lo mismo que ambos son solamente uno y existe total identidad entre los dos, total entrega y total amor. En estos pasajes se ve claramente como San Pablo considera a la mujer de la misma igualdad que el hombre, y recalca también la importancia que tiene la oración en el matrimonio, pues esta fortalecerá el matrimonio y lo hará más santo y ejemplar.

-Me gustaría dejar aquí unas preguntas par que todos aquellos estén casados la piensen y mediten:

¿Cuántas veces oras con tu esposo o esposa al cabo de la semana?

¿Cuantos minutos dedicais ambos como matrimonio al Señor?

¿Cuántas veces habeis pedido el uno por el otro?

¿Cuántas veces habeis pedido por vuestro amor para que el Señor lo purifique?

-El matrimonio sin oración es un coche sin ruedas. Pablo nos enseña que existe un gran misterio entre Cristo y la Iglesia, este misterio se alcanza solamente a vislumbrar a través de la oración si la Esposa del Cordero con la oración llega al lado del Señor cuanto no más nuestros matrimonios necesitan de continua oración.

Colosenses 3:19 Esposos, amad a vuestras esposas y no os amarguéis contra ellas.

1 Pedro 3:7 Vosotros, maridos, de la misma manera vivid con ellas con comprensión, dando honor a la mujer como a vaso más frágil y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas.

1 Pedro 3:1 Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que si algunos no obedecen a la palabra, también sean ganados sin una palabra por medio de la conducta de sus mujeres, 2 al observar vuestra reverente y casta manera de vivir. 3 Vuestro adorno no sea el exterior, con arreglos ostentosos del cabello y adornos de oro, ni en vestir ropa lujosa; 4 sino que sea la persona interior del corazón, en lo incorruptible de un espíritu tierno y tranquilo. Esto es de gran valor delante de Dios.

Proverbios 31:10 Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su valor sobrepasa a las perlas. 11 Confía en ella el corazón de su marido, y no carecerá de ganancias. 30 Engañosa es la gracia y vana es la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ella será alabada.

Gálatas 5:15 Pero si os mordéis y os coméis los unos a los otros, mirad que no seáis consumidos los unos por los otros.

Mateo 12:25 Pero como Jesús conocía sus pensamientos, les dijo: -Todo reino dividido contra sí mismo está arruinado. Y ninguna ciudad o casa dividida contra sí misma permanecerá.

¡Dios les Bendiga!

Fuentes:


http://es.catholic.net/


http://www.aciprensa.com/

http://www.vatican.va/phome_sp.htm

http://socrates58.blogspot.com/

http://www.ewtn.com/

http://www.corazones.org/


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