sábado, 7 de noviembre de 2009

LA MATERNIDAD DIVINA DE MARIA.LUDWING OTT

1. La herejίa adversa y el dogma

La negaclόn de la verdadera naturaleza humana de Crίstο condujo lόgίcamente a la negacίόn de la verdadera maternίdad de Marίa ; la negación de la verdadera dίνιnίdad de Crίsto llevo consecuentemente α la negacίόn de que Marίa fuera Madre de Dίos. Los nestοrιanοs ίmρugnaron directamente que Marίa fuese Madre de Dίοs. Estos herejes nο quίsίerοn reconocer a Marίa el tίtιιίο de Θεοτόκος (= Madre de Dίοs) y la cοnsίderabαn solamente como άνΘίι)ωποτόκος (= madre del hombre) ο χριστοτόκος (= mαdre de Cristo).

María es verdadera Madre de Dios (de fe).

Εn el sίmbοlο αροstόlícο confiesa lα Iglesia que el Ηίjο de Dίοs «ηαcίό de Μαrία Vίrgen». Pοr ser Μαdre del Hίjo de Dίοs, Μαrία es Μαdre de Dios. El cοncilιο de Εfesο (431) ρrοclamό con San Cίrίlο, en contra de Νestοrίο: «Si alguno nο confesare que Εmmαnuel [C1-1510] es verdαderαmente Dίοs, y que, por tanto, la Sαntίsíma Virgeπ es Madre de Díos (θεοτόχος) porque ρariό según la carne al Logos de Dίos hecho carne, s. α.» ; Dz 113. Los concilios ecuménicos que síguίerοn α éste reριtιerοn γ cοnfirmαrοn esta dοctrίnα ; cf. Dz 148, 218, Εl dogma de lα maternίdad dίvίna de Marίa comprende dos verdades:





a) María es verdadera madre, es decir, ha contribuido a la formación de la naturaleza humana de Cristo con todo lo que aportan las otras madres a la formación del fruta de sus entrañas.

b) María es verdadera Madre de Dios, es decir, concibió y parió a la segunda persona de la Santísima Trinidad, aunque no en cuanto a su naturaleza divina, sino en cuanto a la naturaleza humana que había asumido.


2. Prueba de Escritura y de tradición

La Sagrada Escritura enseña la maternidad divina de María, aunque no con palabras explícitas, pues por un lado da testimonio de la verdadera divinidad de Cristo (v. Cristología), y por otro testifica también la verdadera maternidad de María. María es llamada en la Sagrada Escritura : «Madre de Jesús» (Ioh 2, 1), «Madre de El [de Jesús]» (Mt 1, 18; 2, 11, 13 y 20; 12, 46; 13, 55), «Madre del Señor» (Lc 1, 43). El profeta Isaías anuncia claramente la verdadera maternidad de María : «He aquí que la Virgen concebirá y parirá un hijo, y llamará su nombre Emmanuel» (7, 14). Con palabras muy parecidas se expresa el ángel en la embajada que trae a María : «He aquí que concebirás en tu seno y parirás un hijo, a quien darás por nombre Jesús» (Lc 1, 31). Que María sea Madre de Dios está dicho implícitamente en las palabras de Lc 1, 35: «Por lo cual también lo santo que nacerá [de ti] será llamado Hijo de Dios», y en Gal 4, 4: «Dios envió a su Hijo, nacido de mujer». La mujer que engendró al Hijo de Dios es la Madre de Dios.

Los santos padres más antiguos, igual que la Sagrada Escritura, enseñan la realidad de la verdadera maternidad de María, aunque no con palabras explícitas. SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA dice : «Porque nuestro Señor Jesucristo fue llevado por María en su seno, conforme al decreto de Dios de que naciera de la descendencia de David, mas por obra del Espíritu Santo» (Eph. 18, 2). SAN IRENEO se expresa así: «Este Cristo, que como Logos del Padre estaba con el Padre... fue dado a luz por una virgen» (E_pid. 53). Desde el siglo III es corriente el uso del título Theotoko. De ello dan testimonio Orígenes (un testimonio, supuestamente anterior, de Hipólito de Roma es probablemente interpolado), Alejandro de Alejandría, Eusebio de Cesarea, Atanasio, Epifanio, los Capadocios, etc., y también Arrio y Apolinar de Laodicea. SAN GREGORIO NACIANCENO escribe, hacia el año 382: «Si alguno no reconociere a María como Madre de Dios, es que se halla separado de Dios» (Ep. 101, 4). San Cirilo de Alejandría fue el principal defensor, contra Nestorio, de este glorioso título mariano.

A la objeción de Nestorio de que María no era Madre de Dios porque de ella no había tomado la naturaleza divina, sino únicamente la humana, se responde que no es la naturaleza como tal, sino la persona («actiones sunt suppositorum»), la que es concebida y dada a luz. Como María concibió y dio a luz a la persona del Logos divino, que subsistía en la naturaleza humana, por ello es verdadera Madre de Dios. Así pues, el título de Theotokos incluye en sí la confesión de la divinidad de Cristo.

§ 2. DIGNIDAD Y PLENITUD DE GRACIA DE MARÍA, DERIVADAS DE SU MATERNIDAD DIVINA


1. La dignidad objetiva de María

El papa Pío xii observa en su encíclica Ad Caeli Reginam (1954) : «Sin duda, María excede en dignidad a todas las criaturas» (Dz 3917).

La dignidad y excelencia de la Virgen como Madre de Dios excede a la de todas las personas creadas, bien sean ángeles u hombres; porque la dignidad de una criatura es tanto mayor cuanto más cerca se halle de Dios. Y María es la criatura que más cerca está de Dios, después de la naturaleza humana de Cristo unido hipostáticamente con la persona del Logos. Como madre corporal, lleva en sus venas la misma sangre que el Hijo de Dios en cuanto a su naturaleza humana. Por ese parentesco entrañable que tiene con el Hijo, se halla también íntimamente unida con el Padre y con el Espíritu Santo. La Iglesia alaba a la Virgen por haber sido escogida para Madre de Dios y por la riquísima dote de gracias con que ha sido adornada como hija del Padre celestial y esposa del Espíritu Santo. La dignidad de María es en cierto sentido (secundum quid) infinita, porque ella es Madre de una persona infinita y divina; cf. S.th. i 25, 6 ad 4.

Para expresar esa elevada dignidad de la Madre de Dios, la Iglesia y los padres le aplican en sentido acomodaticio numerosos pasajes del Antiguo Testamento :

a) Pasajes de los salmos que describen la magnificencia del tabernáculo, del templo y de Sión (45, 5; 86, 3; 131, 13).

b) Pasajes die los libros sapienciales que se refieren a la Sabiduría divina y cuyo sentido se traslada a la Sedes Sapientiae (Prov 8, 22 ss; Eccli 24, 11 ss).

c) Pasajes del Cantar de los Cantares en los cuales se ensalza a la esposa (v.g., 4, 7), y cuyo sentido se traslada a la Esposa del Espíritu Santo.

Los padres ensalzan a María como Reina y, Señora, por su elevada dignidad. SAN JUAN DAMASCENO dice : «Ciertamente, ella es en sentido propio y verdadero Madre de Dios y Señora; ella tiene imperio sobre todas las criaturas, porque es sierva y madre del Creador» (De fide orth. iv 14).


2. Plenitud de gracia de María

a) Realidad de la plenitud de gracia

E'l papa Pío xii nos dice, en su encíclica Mystici Corporis (1943), de la Virgen Madre de Dios: «Su alma santísima estaba llena del Espíritu divino de Jesucristo, más que todas las otras almas creadas por Dios» (Dz 3917).

La plenitud de gracia de María se indica en el saludo angélico de la anunciación (Lc 1, 28) : «Dios te salve, agraciada (kejaritomene) el Señor es contigo». Según todo el contexto, esas gracias especiales concedidas a María se deben a su llamamiento para ser Madre del Mesías, es decir, Madre de Dios. Tal dignidad exige una dote especialmente copiosa de gracia de santificación.

Los padres ponen de relieve en sus comentarios la relación que hay entre la plenitud de gracia de María y su dignidad de Madre de Dios. SAN AGUSTÍN, después de haber explicado la impecancia de María por su dignidad de Madre de Dios, dice lo siguiente : «z De dónde, si no, se le iba a conceder esa mayor gracia para que venciera totalmente al pecado, ella que mereció concebir y dar a luz a Aquel que consta no haber tenido ningún pecado?» (De natura et gratia 36, 42).

SANTO TOMÁS funda la plenitud de gracia de María en el siguiente axioma : Cuanto más cerca se halla algo de un principio, tanto más recibirá del efecto de dicho principio. Ahora bien, María, como Madre de Cristo, es la criatura que está corporal y espiritualmente más cerca de Al, que es principio de la gracia autoritativamente en cuanto a su divinidad e instrumentalmente en cuanto a su humanidad. Luego de Al tuvo que recibir la máxima medida de gracia. La designación de María para ser Madre del Hijo de Dios exigía una dotación especialmente copiosa de gracias; S.th. III 27, 5.

b) Límites de la plenitud de gracia de Maria

La medida de las gracias concedidas a la Madre de Dios se halla tan por detrás de la plenitud de gracia de Cristo cuanto la dignidad de Madre de Dios se halla por debajo de la unión hipostática. Por otra parte, la plenitud de gracia de la Madre de Dios excede tanto a la de los ángeles y santos más encumbrados cuanto la dignidad de Madre de Dios se eleva por encima de todas las excelencias sobrenaturales de los santos y ángeles. Pero de esa plenitud de gracia de María no deben deducirse sin más todas las excelencias posibles del orden sobrenatural. Es infundado atribuir a la Madre de Dios todos los dones de gracia del estado primitivo del Paraíso, la visión beatífica de Dios durante su vida terrena, la conciencia de sí misma y el uso de razón desde el primer instante de su existencia, un conocimiento especial de los misterios de la fe, conocimientos profanos extraordinarios, o incluso la ciencia infusa de los ángeles. María no estaba en posesión de la visión inmediata de Dios, como se prueba por Lc 1, 45: «Bienaventurada tú que has creído.» Por el contrario, está de acuerdo con las palabras de la Sagrada Escritura y con la dignidad de Madre de Dios el atribuirle, con Santo Tomás, los dones sobrenaturales extraordinarios de la sabiduría, que se ejercitaba en la contemplación (Lc 2, 19 y 51), y de la profecía, de la que es expresión el cántico del Magnificat (Lc 1, 46 ss) ; ci. S.th. ili 27, 5 ad 3.

Mientras que la plenitud de gracia de Cristo fue completa desde un principio, la Madre de Dios fue creciendo sin cesar en gracia y santidad hasta el instante de su muerte; cf. S.th. üi 27, 5 ad 2.

¡Dios les Bendiga!

Fuente:

Manual de Teologia Dogmática. Ludwing Ott

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