domingo, 8 de noviembre de 2009

EL APOCALIPSIS POR CAPITULOS(IV)

LA FIESTA FINAL DEL CAMINO (21,1 - 22,5)

“Vi entonces un nuevo cielo y una nueva tierra” (21,1). El futuro que brota al final del camino surge como una nueva creación. Surge como don de Dios y como fruto de la lucha del pueblo perseguido que procuró ser fiel. El itinerario del nuevo éxodo (4,11) encuentra aquí la libertad. El itinerario del juicio (12,20) encuentra aquí la justicia. Y los rasgos del rostro de Dios que todos buscaban durante la caminata, brillan ahora con todo su esplendor. El velo es quitado completamente! Aparece el rostro de Dios cara a cara, ¡estampado en un mundo transformado!

Un rostro no se comenta. Un rostro se mira y se contempla. Sobre todo, ¡cuando es el de la persona amada! El comentario puede incluso echar a perder la belleza de la poesía y del amor. Lo mejor es mirar. Mirar y contemplar el futuro que Dios preparó para los que lo aman (1 Cor 2,9). Este futuro alimenta la fe, la esperanza y el amor. Alimenta en nosotros la lucha y la resistencia contra el imperio que, hasta hoy, quiere tragarse a las comunidades que se organizan en fraternidades.



Siente puntos para ayudar a meditar el futuro que Dios ofrece

El futuro que Dios ofrece está en gestación en lo recóndito de la historia. Su semilla está en el pasado del pueblo. Una primera muestra del futuro ya aparece en la lucha del pueblo perseguido que resiste al imperio y se organiza de manera fraterna. ¿Cómo será el futuro, después de terminada la lucha? Nadie lo sabe. Nadie sabe lo que Dios preparó para aquellos que le aman (1 Cor 2,9). Pero Juan intenta adivinar a partir de las cosas que Dios ya realizó en el pasado y a partir de lo que él mismo ve realizado en las comunidades. Juan intenta imaginar el futuro a partir de la semilla y de la muestra. El, por así decirlo, agarra siete “diapositivas” del pasado, coloca la lámpara de la fe detrás y las proyecta en la tela del futuro. Y así nos ofrece la visión de la fiesta final del camino (21,1 - 22,5).


1. El futuro que Dios ofrece es una nueva creación

¡Un nuevo cielo y una nueva tierra! (21,1). El mar, símbolo del poder del mal, ya no existe (21,1). En la primera creación, Dios inicio su trabajo creando la luz (Gén. 1,3). Pero quedó la noche. Quedó la oscuridad (Gén 1,5). Aquí en la nueva creación del futuro, la luz vence. La noche, la oscuridad, ya no existen más (21,25;22,5). Jesús, el Cordero, es la lámpara que lo ilumina todo (21,23). De las cosas antiguas nada quedó. Todo se fue (21,1.4). Y Dios proclama. “Sí, ¡hago nuevas todas las cosas!” (21,5).

2. El futuro que Dios ofrece es un nuevo paraíso terrenal

En el primer paraíso había un río que lo regaba todo y daba fertilidad a la tierra (Gén 2,10-14). En el nuevo paraíso, la fuente del río es el trono de Dios (22,1). Sus aguas riegan la tierra y hacen crecer los árboles de la vida en todo lugar (22,2). Los árboles de la vida dan su fruto doce veces por año y hasta sus hojas curan a las naciones (22,2). Todo esto es una imagen para decir que la muerte fue vencida. ¡Ahora sólo existe la vida, vida en abundancia y para todos! Hasta las heridas que quedaron por la dureza del camino y de las persecuciones, van a ser sanadas (22,2). La maldición que entró en el primer paraíso (Gén. 3,14-19) desapareció (22,3). No habrá más muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor (21,4). Dios enjuga las lágrimas que aún quedan (21,4). El da de beber de la fuente de agua de la vida (21,5).

3. El futuro que Dios ofrece es una nueva alianza

Como antiguamente, después de la salida de Egipto, también ahora Dios viene a morar con su pueblo (21,3). Extiende sobre él su tienda (21,3) y pronuncia las palabras de la alianza. El dice al pueblo: “Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo” (21,3). Y dice también a cada uno en particular: “Yo seré tu Dios y tú serás mi hijo” (21,7). Así, Dios hace la alianza con el pueblo entero, y con cada uno en particular. ¡Es la perfecta armonía del pueblo entre sí y del pueblo con Dios; del individuo con la comunidad y de la comunidad con el individuo! Nadie se pierde ni en el anonimato de la casa del pueblo, ni en el individualismo de una fe que sólo piensa en sí mismo.

4. El futuro que Dios ofrece es una nueva organización de las doce tribus

La organización fraterna e igualitaria del pueblo comenzó en el desierto, después de la salida de Egipto. Fue retomada por el pueblo de las comunidades en oposición al imperio. Y aquí, en el futuro que ofrece Dios, ella aparece plenamente, después que el imperio fue derrotado por las plagas de la historia y por el juicio de Dios. El número doce aparece en todas partes. Es la marca registrada de la nueva creación: doce puertas (21,12); doce ángeles (21,12); doce tribus (21,12); doce cimientos (21,14); doce apóstoles (21,14); doce mil estadios (medida de longitud: 21,16); doce veces doce codos (21,17); doce tipos de piedras preciosas (21,19-20); doce perlas (21,21); y doce cosechas anuales del árbol de la vida (22,2). Es la organización perfecta del pueblo, simbolizada en la perfección de la Ciudad Santa. En medio de este pueblo fiel, ya no hay infidelidad, ni pereza, ni corrupción, ni asesinato, ni impureza, ni magia, ni culto a los falsos dioses, ni mentira (21,8). ¡Todo esto fue derrotado! La fidelidad venció por la observancia de los mandamientos de Dios (12,17).

5. El futuro que Dios ofrece es una nueva Ciudad Santa, Jerusalén

Ella baja del cielo, del lado de Dios (21,2;21,10), engalanada con piedras preciosas de todos los tipos (21,19-20). En ella todo es perfecto: el largo, lo ancho, lo alto (21,15-16), las murallas, las puertas, el material usado (21,15.17-18), los cimientos (21,14.19). Su plaza principal es de oro puro, como vidrio transparente (21,21). Cada tribu contribuye con su riqueza, sin perderse en el conjunto. Sus puertas están siempre abiertas (21,25). Las riquezas de las naciones son llevadas a su interior (21,25). No hay peligro de robo porque en ella no existe más nada impuro o mentiroso (21,27). Todo está al servicio de la vida. La Ciudad Santa es la luz de las naciones (21,24).

6. El futuro que Dios ofrece es un pueblo renovado, bello como una novia.

La ciudad del imperio era una prostituta. La ciudad de Dios, una novia. Linda, toda embellecida para su marido (21,2). Su esposo es el Cordero (21,9). Ella es la Hija de Sión, imagen del pueblo de Dios. Es la mujer que luchó contra la muerte y contra el dragón. Aquí, en el futuro de Dios, la lucha terminó. La serpiente ya no molesta más; está en el lago de fuego para siempre. La novia, el pueblo, se prepara para la unión definitiva con Dios, para su casamiento con el Cordero (19,7,9; 21,9). Es la fiesta final del camino.

7. El futuro que Dios ofrece es él mismo

Dios presente en medio de nosotros. El cielo bajó a la tierra (21,2), ya transformada para siempre en la morada de Dios (21,2). Dios es la fuente de la vida (21,6; 22,1). Es el Principio y el Fin de todo (21,5). Yavé, Dios con nosotros, Dios liberador, será nuestro Dios para siempre (21,3). En el futuro que Dios ofrece, no habrá más necesidad de sol, ni de luna, ni de lámpara alguna (21,23; 22,5). Dios será el sol. Su gloria ilumina a su pueblo (21,23), y brillará sobre él (22,5). Dios es luz, Dios es Padre (21,7). Y todos, para siempre, contemplarán su rostro (22,4).

Si, frente a este futuro que el amor de Dios prepara para su puesto y con su pueblo que lucha y resiste, la gente dice: “Feliz el que hace caso de las palabras proféticas de este libro” (22,7); participará de la fiesta final del camino y estará sentado en el banquete nupcial del Cordero (19,9).

RECOMENDACIONES FINALES (22,6-21)

Juan terminó su libro. Fue muy valiente. Tuvo el coraje de interpretar los acontecimientos de aquel tiempo a la luz de su fe. ¡Y para ello, él necesitó de mucho valor! Pues, ¿quiénes eran los cristianos? Eran un grupito sin expresión, perseguido, perdido en un imperio inmenso. ¿Y dónde saco Juan la valentía para desafiar así a los poderosos de aquel tiempo? La sacó sobre todo de la certeza de su fe en que Dios estaba con el pueblo perseguido. De la certeza de que Dios es Yavé, Dios con nosotros, Dios liberador.

Al final, él da algunas recomendaciones (22,6-21). El sabe que su libro va a encontrar resistencia. No todos van a estar de acuerdo con su opinión sobre la política del Imperio Romano. El sabe que su libro va a encontrar interpretaciones muy variadas y hasta contradictorias. Para prevenir todo esto, y para orientar al lector, da algunas recomendaciones y algunos consejos finales.

Yo también concluyo este pequeño libro, hecho sin mucha pretensión. Es fruto de mucha lectura y estudio, de muchas conversaciones y búsquedas, de mucha oración. Procuré ser fiel a Dios, a la fe de la Iglesia, al sentido del texto y a la realidad que hoy vivimos. No sé si lo conseguí. Pero si el pueblo sufrido de nuestras comunidades encuentra aquí algún aliento y algún motivo de fe y de esperanza para continuar su camino y su lucha contra el imperio, entonces creo que la interpretación que hice corresponde a lo que Dios espera y pide de mí.

2 comentarios:

  1. He encontrado a su blog y me gustan sus opiniones y comentarios. Son muy interesantes y válidos. Sigue con el buen trabajo! Qué Dios te bendiga! Chao!

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  2. HOLA HERMANITO EN LA FE... GRACIAS POR TUS PALABRAS EN MI BLOGGER... AQUI TU AMIGO RICARDO SOLIS DE MEXICO D.F. PARA QUE LO NECESITES Y SIGAMOS ASI, DANDO LA VIDA POR EL EVANGELIO Y JESUS NUESTRO SEÑOR, Y LA SIEMPRE MADRE DE DIOS LA VIRGEN MARIA TE GUARDE HERMANITO... SALUDOS.

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